Camino a los 33 (Road to 33): Semana 13
La semana 13 ha sido el resultado de mi agenda sobrecargada. Así que todo lo que estoy a punto de escribir, no tiene nada que ver con las fotos. Por tal motivo, aquí están las fotografías de esta semana. Siéntanse libres de interpretar y sentir lo que se les dé la gana.
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Empezaré por mencionar una publicación de The Science of People que explica cómo nos relacionamos las personas, en general.
Cuando eres niño, o estás en la secundaria, preparatoria o universidad, no te esfuerzas demasiado en generar amistades. Los amigos simplemente suceden.
Durante un amplio periodo de años, estás en una vida que, de algún modo, tus padres eligen para ti. Así pasa con otras personas, y ninguno de ustedes tiene mucho que hacer al respecto, así que inevitablemente las amistades se forman. Entonces en la universidad, estás en el ambiente perfecto para hacer amigos, un ambiente que conjunta los tres ingredientes que los sociólogos consideran necesarios para que una amistad cercana se desarrolle: “proximidad; repetidas y no planeadas interacciones; y una situación que motive a las personas a bajar la guardia y confiar unas en las otras.”
Tal vez sean las amistades correctas, tal vez no. Pero no piensas demasiado al respecto, eres más como un observador pasivo.
Una vez que la vida de estudiante termina, las personas en tu vida comienzan a dispersarse en niveles más definidos. Algo como esto:
En la cima de la montaña, en la zona verde, tienes a tus amigos del nivel 1: esos que son como hermanas y hermanos. Estas personas son las más cercanas a ti, esos a quienes llamas primero cuando algo importante sucede, a esos que amas incluso cuando apestan, los que dan discursos en tu boda, de los que conoces sus mejores y peores versiones, y con los que la relación es eterna, incluso si pasan meses o años sin verse, nada ha cambiado cuando vuelven a estar juntos. Desafortunadamente, dependiendo de cómo hayan ido las cosas en tu juventud, el nivel 1 también puede contener a tus peores enemigos, las personas que pueden arruinar nuestro día con un golpe bajo que sólo ellos podrían enunciar brillantemente doloroso, las personas por las que sientes un fuerte resentimiento, o estás celoso de ellos, o compites con ellos. El nivel 1 son apuestas altas.
Debajo, en la zona amarilla, están los amigos del nivel 2: los buenos amigos. Los buenos amigos son una situación más calmada que las hermanas y hermanos del nivel 1. Es posible que te inviten a su boda pero no tienes ninguna responsabilidad una vez que estás ahí. Si viven en la misma ciudad, es posible que los veas una vez al mes o cada dos meses para cenar y pasas un excelente momento cuando comparten tiempo, pero si alguno de los dos se muda, es probable que no se hablen durante el siguiente año o dos. Y si algo grande sucede en sus vidas, es muy probable que lo escuches primero por alguien más.
Hacia la base de la montaña en la zona naranja, tienes tu nivel 3: tus no verdaderamente amigos. Es posible que se tomen un trago cuando recién se encuentran, pero a ninguno de los dos les sorprende que hayan pasado cinco años y el trago número dos no haya sucedido aún. Su relación suele existir más como parte de un grupo más grande de amigos, o a través del “Me gusta” ocasional en Facebook, y tampoco te estresa saber cómo le va en el trabajo a esa persona. Incluso, es probable que intentes acostarte con alguna de estas personas en algún momento dado del tiempo.
La parte más baja del nivel 3 comienza a fusionarse con tu gran grupo de conocidos (la zona rosa). Esas personas con las que te puedes detener a platicar si se encuentran en la calle o que puedes enviarles un correo por cuestiones profesionales, pero con quienes jamás harás algo uno a uno. Cuando te enteras que algo malo les ha sucedido a estas personas, pretendes sentirte triste pero realmente no te interesa.
Finalmente, los conocidos se mezclan con el interminable mundo de desconocidos.
Y dependiendo de quién eres y cómo se han sacudido las cosas en esos primeros 25 años, la forma en que luce tu montaña, variará.
Por ejemplo, existe el amurallado:
Y aquel que quiere ser el mejor amigo de todos y termina con mucha gente molesta:
Incluso el ermitaño tiene su propia montaña:
Sin importar cómo luzca tu propia montaña, eventualmente la flor de tu juventud está atrás, el polvo se ha asentado, y ahí estás viviendo tu vida, cuando un día, comúnmente alrededor de la mitad o finales de los 20, te golpea:
Ya no es tan fácil hacer amigos.
Por supuesto, harás nuevos amigos en el futuro, en el trabajo, a través de tu pareja, a través de tus hijos, pero no llegarás hasta ese nivel 1 de hermanos, o incluso nivel 2, con la gran mayoría de ellos. Porque las personas que conocemos como adultos no tienden a pasar por las más de 100 largas y perezosas salidas necesarias para alcanzar un vínculo de esa fuerza. Conforme el tiempo avanza, comienzas a darte cuenta que el frenesí de tú década de los 20 en la que no pensabas demasiado en la forma en que hacías amigos; resultó ser el proceso crítico de hacer la mayoría de tus amigos para toda la vida.
Y ya que te relacionaste con la mayoría de ellos A) por circunstancia, y B) antes de que te conocieras realmente a ti mismo, el resultado es que los amigos en el nivel 1 y nivel 2, esos más cercanos a ti, caen de una forma muy dispersa en la siguiente gráfica “¿Esta amistad hace sentido?”:
Mi recomendación es que lean el artículo completo en su idioma original, por cualquier omisión que haya podido hacer yo en la traducción. Cuando yo leí el artículo, me hizo mucho sentido porque, de algún modo, yo tengo claro ese proceso en mi vida, cuándo sucedió y quienes son los que habitan cada uno de los niveles en mi montaña.
Nunca me ha gustado hablar de mí. Sin embargo, en los últimos meses me he encontrado en situaciones en las que he compartido un podo de mi historia. Desde aquella plática con mi prima que podría haber durado muchas horas más, hasta la magnífica suerte de coincidir nuevamente con alguien hace unos cuantos días.
Eso me ha inspirado a escribir esta letanía que deja un poco de lado mi trabajo fotográfico y se centra en mí. Al final, tal vez esto ayude a tener un panorama más amplio sobre el contexto que envuelve mi trabajo.
Las personas suelen llamarme Grinch o pensar que soy un tipo bastante negativo. Yo me autodenomino Brutalmente Honesto y realista.
Empecemos, por ejemplo, con las celebraciones. Esta época llena de buenas vibras y celebraciones por la Navidad, para mí no es relevante, mucho menos significativo. Sí, tengo magníficos recuerdos de la Navidad en mi infancia. Los intercambios con mis papás, los regalos en el árbol y las deliciosas cenas. Recuerdo que la familia entera se reunía a celebrar y compartir esta época. Desde hace varios años que eso ya no sucede, la causa la conocen aquellos que me han preguntado.
No crecí en un hogar que me impusiera una religión, así que crecí cuestionándolo todo. Por ese lado, tampoco tengo un motivo por el cual celebrar. Así que la Navidad y el Año Nuevo no son más que un día más en el calendario. Y no es que los odie, simplemente, me son irrelevantes. Si alguien me invita a celebrarlos, me uno a la celebración, brindo y abrazo a las personas, simplemente porque es algo que puedo hacer cualquier día.
Otra celebración que me resulta irrelevante; es mi cumpleaños. Desde hace varios años tengo la creencia de que no hay ningún logro en cumplir años. Podría quedarme encerrado en mi hogar los 365 días del año haciendo nada… y, aun así, cumpliría un año más. Sin embargo, cada 3 de septiembre me aseguro de estar con mis padres, partir un pastel y abrazarlos porque celebramos la llegada de su segundo hijo… ese, para mí, si representa un logro.
Sí, la gente me resulta desesperante, repudio las masas pero las personas me parecen fascinantes. Por eso siempre preferiré una larga plática con individuo, mientras compartimos una botella de vino; a un evento multitudinario.
Ahora, cómo me relaciono con las personas es un completo caso de estudio. Existe una gran brecha entre las personas que me conocieron hasta antes del 2010 y las que ahora me conocen. Las personas que me conocieron antes; reconocen a una persona introvertida, seria y un tanto insegura. Nadie que me ha conocido en los últimos tres años, creería eso de mí.
Soy un tipo que creció siendo solitario. Siempre preferí la intimidad de mi cuarto para hacer mi tarea. Aún ahora, soy un tipo que prefiere mantener la boca cerrada, prefiero mantener un perfil bajo. Ser uno con las sombras. La gran ventaja de haber sido introvertido muchos años, es que aprendí a desarrollar grandes habilidades. Ahora que soy ambivertido, entonces puedo sacar provecho de eso.
Para llegar a ser quien soy, tuve que pasar horas, días, semanas, meses y años conmigo mismo. Conociéndome, cuestionándome, reinventándome. Hacer ese viaje hacia adentro no resultó ser fácil pero hoy soy un tipo que vive satisfecho con la persona que es. Como suelo decir: Es muy probable que sea mala persona pero procuro ser un hombre honorable.
Soy un tipo que prefiere estar solo la mayor parte del tiempo porque entiendo que todo parte de mí. Si estoy bien conmigo mismo, entonces podré estar bien con los demás. Si no estoy bien conmigo mismo, entonces sólo les haré miserable la vida a los demás.
Soy un tipo forjado a la antigua. Soy tecnólogo y me resisto a las redes sociales, como comentaba en alguna publicación anterior. A veces, cuando no tengo nada mejor que hacer, leo las frases que ciertos contactos comparten en redes sociales. Siempre termino cuestionándolas. A veces una parte de las frases me hace sentido, muchas veces nada me hace sentido. No tengo nada en contra de las personas que lo hacen, no juzgo a nadie por hacerlo. Pero a veces me cuestiono si realmente les hace sentido, si realmente lo llevan a la práctica.
Una prima me dijo que debería dedicarme a compartir mi forma de pensar con las personas pero no he querido hacerlo porque no me interesa ser catalogado como algo de “superación personal”. A mí no me gusta que me digan cómo hacer las cosas. Creo que cada quien es responsable de sus actos, sus emociones y sus palabras. Sí, algunos necesitamos orientación, algunos tuvimos la capacidad de emprender el camino por nuestros propios medios. Así que no estoy negado en compartir mi forma de pensar, como ahora lo hago, pero no pretendo que les haga sentido, no me interesa que lo acepten o crean en ello. Pues mi forma de pensar es mía y de nadie más. Estoy definido por mí, por lo que he reflexionado a lo largo del tiempo sobre mi vida. Cada quien debería hacer eso con su vida, pero son libres de hacer lo que se les da la gana. De eso se trata.
Yo prefiero guardar silencio. Si estoy triste, que me pregunte quien lo note. No hacer un escándalo en redes sociales sólo para llamar la atención. Si estoy feliz, que lo note quien me vea. Si logro algo, que lo sepan sólo aquellos que se atrevan a estar. Si me tropiezo, que me vean sólo aquellos que hayan tenido la fortuna de estar. Soy un tipo que aún escribe cartas, las lacra y utiliza el servicio postal. Soy un tipo que les dice a las personas que las quiere cuando lo siente.
Recuerdo mucho una colección de frases que una mujer compartió sobre como “deberían” ser los hombres, en particular recuerdo la primera: Que sea caballeroso pero sólo contigo.
No pude estar más en desacuerdo con esa frase. No. Un rotundo no. Yo soy caballeroso con todas las personas porque así fui educado. Así como puedo abrirle la puerta a la mujer que me gusta, lo hago con el tipo del trabajo que no conozco pero que va a entrar al mismo edificio que yo. Una persona no me define, así que no tengo porque ser caballeroso sólo con esa persona.
Al final, creo que todo esto se trata de eso: el amor. Así que vayamos directo al punto. Alguien me preguntó por qué seguía soltero. Mi respuesta fue: te daré una larga lista de nombres de mujeres, ve y pregúntales a ellas por qué.
Empezaré por explicar cómo veo yo el amor. Para mí es como ir a una nevería. Hay una gran variedad de sabores, así es el amor. Yo soy producto del amor, nací siendo amado, crecí siendo amado, vivo siendo amado. Amo a mis padres, amo a mi hermano, amo a mi sobrino, amo a mi cuñada, amo a mis amigos más cercanos (esos hermanos del nivel 1). Todo eso es amor, simplemente es un sabor diferente.
Tristemente, estamos educados para creer que el amor sólo existe en una pareja. Pero el amor de pareja sólo es un sabor más en la nevería. Incluso, puedo amar de diferentes formas a la misma persona. Una completa desconocida un día me abrazó y me cambió el día. La amo por el simple hecho de ser ella. Podría amarla como amiga, amarla como mujer, amarla como pareja.
Ahora, cuando hablamos de esas personas importantes: padres, hermanos, amigos, incluso hasta mascotas. Si los amamos de verdad, entonces vamos a desear lo mejor para esas personas. Vamos a desear que tengan lo mejor en esta vida. Pero cuando se trata de la pareja, las cosas cambian: Se trata de uno como individuo. “Quiero que me consientan”, “quiero que me traten bien”, “si me ama, que me aguante como soy”. Como yo veo el amor es al contrario: la amo, así que hoy le ofreceré la mejor versión de mí.
Como se lo dije a la última mujer que he amado y que ha elegido alejarse de mí: Amarte no significa quererte a mi lado, significa que deseo que seas feliz.
Cuando amo a alguien, siempre voy a desear lo mejor para esa persona, aunque eso signifique mi ausencia en su vida. Porque todo en esta vida es temporal, todo tiene un principio y un fin. Todas las relaciones que inician van a terminar en una semana, en un par de meses, en dos años o en una vida entera… pero tarde o temprano, se acaba. Entender eso me ha permitido ser una persona desapegada. Eso no significa que no sienta o que no me importe. Al contrario, me importa mucho. Y me duele mucho cuando alguien decide sacarme de su vida pero entiendo que es algo necesario para ellos, así que lo acepto y sigo adelante sabiendo que eso ayudará a que esa persona reciba lo mejor de la vida.
Soy un tipo que disfruta del amor y por eso entro en conflicto cuando escucho a alguien decir que el amor apesta. Que el amor duele. No, el amor no duele. El amor es el único sentimiento que jamás va a doler. Lo que nos duele son las decepciones y esas no tienen nada que ver con el amor. Esas son causadas por nuestras expectativas. Alguna vez una amiga me dijo: “¿Recuerdas el tipo con el que salía? Me decepcionó.” Antes de que continuara le dije: “No, querida. Las expectativas eran tuyas. Así que la decepción es tu responsabilidad.”
Es fácil culpar al otro porque jamás llenó nuestras expectativas. Es fácil decir que el otro no le echó ganas pero a veces no nos detenemos a ver que estamos haciendo nosotros. Porque si la actitud es de “si me ama, que me soporte como soy”, entonces ya empezamos perdiendo 2-0 y la decepción será segura.
Varias mujeres me han dicho frases como “Eres increíble”, “Eres genial”, “Eres el hombre casi perfecto”. Y acto seguido me echan de su vida. Con la poca información que recibí en esos procesos, sólo puedo concluir que fueron víctimas de sus propias expectativas sobre sí mismas. Creyeron que yo esperaba algo de ellas cuando, incluso, ya ni si quiera esperaba una amistad.
Para mí, las expectativas son muy dinámicas. Hoy tus actos me pueden dar motivos para establecer expectativas altas pero si mañana tus actos me demuestran que debo reducirlas, entonces lo haré. Creo que es una falacia cuando alguien dice “No espero nada de nadie”. Yo creo que siempre esperamos algo. Por ejemplo, mi expectativa con el compañero de trabajo que tengo a un lado es que cuando llego a la oficina y lo saludo; responderá al saludo. Así de simple, jamás me ha dado motivos para esperar algo más de él o algo menos. Pero a veces solemos establecer límites muy altos para completos desconocidos y ahí es donde se jode la cosa.
A mí me gusta enamorarme. Y entiéndase ese proceso interesante de conocer a alguien, de descubrir cosas en común, de sentir alegría cuando se ven. Pero suelo decir que así como me enamoro, también me desenamoro.
Yo creo que el amor es una elección. No pasa por accidente. No nos enamoramos de la noche a la mañana. No despiertas un día diciendo “Ay, estoy enamorado de X persona y ni me había dado cuenta.” No, te enamoras poco a poco, pensando constantemente en esa persona, recordando los momentos agradables que ocurren. Lo cual lleva al cerebro a producir oxitocina, la misma hormona que produces cuando estás con esa persona. Esa hormona es una droga que nos hace sentir bien y entonces asocias esas sensaciones con esa persona, pero no es más que un proceso químico que ocurre dentro de nosotros. Cuando entiendes eso, entonces puedes activar el proceso contrario. Cuando necesitas desenamorar, simplemente recurres a la razón. Listas los motivos por los que no estás con esa persona y eso detiene la producción de hormonas. Paulatinamente, las sensaciones placenteras dejan de estar asociadas a esa persona en específico. Sí, sé que el proceso es ligeramente más complejo pero este es un breve resumen de cómo funciona la cosa a gran escala.
A veces escucho a las mujeres listar una serie de características que desearían que los hombres tuvieran, para mí, suelen ser el punto de partida. Lo interesante de todo esto es que cuando listan a su pareja ideal, se les olvida un pequeño detalle. El aspecto. Todos respondemos algo así como “que sea buena onda, agradable, que sea un caballero (o dama, sea el caso), que compartamos intereses, etc., etc., etc.” Pero son muy pocos los casos que empiezan diciendo “Que me guste, que sea buena onda…”. Eso último es muy importante porque, seamos sinceros, si alguien no nos gusta, no nos acercamos o no dejamos que se acerque. Yo soy el ejemplo claro, soy feo con f de fundillo, así que no soy una potencial pareja, sin importar lo que esté dentro de la caja, el empaque está culero. A la basura.
Yo funciono al revés. A lo largo de los años he reflexionado sobre quién soy y he llegado a la conclusión de que hay tres cosas que no hago:
- Yo no “salgo” con mujeres. Entiéndase por salir, la acción de compartir el espacio-tiempo con una mujer que tiene el mismo interés que yo en llegar a una relación sentimental. Yo las invito a hacer cosas específicas: vamos al teatro, vamos a cenar, vamos al ballet. Muchas veces me preguntan “oye, saliste con X”. Y mi respuesta es “No. Fuimos al teatro.” Porque si le pregunta a ella, no estamos saliendo. Jamás ha habido una charla que establezca que vamos a hacer cosas para ver si algo surge (más sobre esto en un momento).
- No “ando” con desconocidas. Sí no la conozco, la probabilidad de que seamos novios es cero. A mí me interesa conocer a las personas. Me gusta descubrir quiénes son. Jamás se termina de conocer a alguien pero para mí es importante comenzar a descubrir los valores de esa persona para saber si hacen sentido con los míos.
- No me “acuesto” con desconocidas. Sí no tengo una relación sentimental con una desconocida, menos una relación sexual. Para mí es importante que exista, al menos, confianza. Pero, básicamente, no me acostaré con alguien por quién, de menos, no me interese lo que piensa o siente.
Ahora, todo esto puede parecer muy complejo pero es verdaderamente simple. Si una mujer me gusta, lo único que va a conseguir es que me acerque lo suficiente para escucharla. Anécdota real, una mujer alguna vez me escribió “Mi hermana me dijo que te gusto…” a lo que yo respondí “Sí. Pero de ahí a que quiera una relación sentimental contigo; hay un abismo intelectual de por medio.”
Si, al escuchar a una mujer; me resulta atractiva, entonces lo único que logrará es que busque un pretexto para que compartamos el espacio-tiempo. Regularmente, eso significa invitarla a hacer algo (Véase el punto 1 del listado anterior).
Si acepta la invitación, entonces tengo una oportunidad de mostrarle quien soy. Y, si tengo un poco de suerte, al mismo tiempo descubriré un poco de quién es ella. Lo cierto es que tengo súper poderes y en menos de lo que a veces quisiera, puedo darme cuenta si esa interacción llevará a una segunda invitación, una amistad entrañable o sólo compañía ocasional para algunos eventos.
Tengo la firme creencia de que son las mujeres quienes eligen. Así que si eligen estar con un patán, entonces es porque ya les gusta. Los hombres sólo podemos mostrarnos, las mujeres eligen con quien estar. Al invitar a alguien, yo ya he elegido. Es a ella a quien le toca hacer el resto. Obviamente, mucho dependerá de lo que yo haga para merecer la aceptación de una segunda invitación.
Pero para mí las relaciones sociales son muy sencillas. Si quieres estar, encontrarás la forma. Si no quieres estar, también encontrarás la forma. Por eso no me preocupa cuando alguien me rechaza. Si esa persona no quiere estar, alguien más querrá estar. Y si nadie quiere estar, como es el caso, entonces siempre estaré yo y con eso basta.
No soy un apersona negativa, sólo soy realista. Acepto mi realidad y actúo con base en ella. Estoy en paz. Soy feliz. Amo a las personas. Procuro ofrecer la mejor versión de mí cada día a cada una de esas personas que amo. Eso incluye a la mujer que amo como mujer, a esa mujer con quien me hace mucho sentido estar y generar una relación sentimental. Pero el día que decide irse, sigo mi camino tranquilo, sabiendo que la amé cada día, que le di lo mejor que yo podía dar.
Básicamente, mi filosofía de una pareja es: Si no puedo poner una sonrisa en ti cada día, al menos no te la voy a quitar. Eso implica aceptar que hay días que estoy del carajo, que me siento mal y que debo resolverlo antes de estar con alguien más. Pero no estoy solo. Recibo mucho apoyo de la gente que está en la cima de mi montaña. Mi familia, mis amigos más cercanos. A veces los veo y sin importar que me sienta mal, me llenan de energía, me dan alegría, alimentan el manantial que hay en mí. Y entonces puedo volver a la vida a seguir ofreciendo una mejor versión de mí.
Las personas eligen estar o no estar. Yo siempre estoy. Porque así he elegido ser.
Algunas personas me han dicho que soy muy cerrado, que debo estar abierto al amor. Otras me dicen que debo dejar de buscar el amor en todas partes. No podrían estar más equivocados.
Yo creo que a menos que estés esperando que el amor de tu vida sea un testigo de Jehová; el amor no llegará a tocar a tu puerta. Pero tampoco se trata de salir a buscar a la persona indicada. Se trata de ser yo mismo, de hacer las cosas que a mí me gustan que me apasionen. De encontrarme a mí mismo, de saber quién soy y que es lo que quiero. Entonces, las personas indicadas llegarán. Desde hace más de tres años que me he dedicado justamente a hacer las cosas por mí y para mí. Y las personas indicadas han llegado a mi vida. Algunas llegaron para tener una charla. Algunas han sacudido mi vida en lo más profundo de mi ser. Algunas aún siguen presentes, algunas han continuado con su camino pero, al final, todas han sido las personas adecuadas porque han tocado mi vida de una u otra forma.
Hay quienes dicen que “nadie experimenta en cabeza ajena”, hay otras que dicen que “debes aprender de las experiencias de los demás pues nunca vivirás lo suficiente para tenerlas todas tú mismo.” Yo creo que hay un poco de razón en ambos puntos, nuevamente, se trata de encontrar el punto medio. Hay cosas en esta vida que he aprendido a través de una experiencia propia, algo que tal vez no habría logrado aprender de otra forma. Pero también he aprendido muchísimas cosas de las personas que me rodean. Por eso me encanta platicar con cada individuo, descubrir cómo piensa, cómo siente, cómo vive. Muchas veces ni ellos mismos lo saben pero ahora saben que no lo saben y eso es un comienzo.
Hay personas que me han dicho que estoy demasiado seguro de mí mismo y eso aleja a las mujeres. Tal vez sea cierto pero no tengo motivo alguno para disculparme. Yo sé lo que quiero, si ellas no lo saben, entonces no es tema mío. Lo cierto es que estoy muy lejos de ser “casi perfecto”. Soy un tipo lleno de miedos y una lista interminable de defectos. Sin embargo, no permito que eso me defina. Las personas me etiquetan, está bien. Pero las únicas etiquetas que importan, son las que yo he decidido definir para mí. Dianita, mi maestra durante mi proyecto Soledad; alguna vez me pidió que realizara fotografías sobre mis miedos. Mi respuesta fue rápida: No tengo miedos. Lo cierto es que sí pero yo he decidido enfrentar la vida sin miedos. Si identifico algo que me asusta; busco la forma de enfrentarlo y superarlo o aprender a vivir con ello. De ahí nació mi mini proyecto “The Fearless Man”.
Para mí, la vida no es tan compleja. Siempre escucho esa frase sobre todas las cosas “es que las relaciones son muy complejas”. Yo no lo creo así. Creo que estamos llenos de miedos y permitimos que eso nos defina, nos limite. Yo prefiero sentir las cosas, expresarlas, prefiero vivir. Alguna vez alguien me dijo “eres demasiado vulnerable” porque me vio llorar cuando algo me dolió. Si para ella eso soy, entonces ella es quien se está limitando a descubrir quién soy. Yo prefiero expresar mis emociones y ser leal a quien sé que soy, que pretender ser alguien más que, tarde o temprano, se desvanecerá.
Una persona siempre me dijo que yo sólo iba a la segura con las mujeres. No podía estar más lejos de la realidad. Uno de mis más grandes temores, es hablarles a las mujeres. Crecí teniendo miedo de las mujeres, jamás he tenido reparo en reconocerlo. Así que el simple hecho de hablarle a una, representa el riesgo del rechazo. Sí, hoy en día he trabajado mucho en mis habilidades para interactuar con las personas. Hoy soy capaz de establecer un vínculo más profundo y de forma más rápida con las personas y eso me agrada. Pero no vivo con miedo a enamorarme; me encanta enamorarme. No vivo con miedo a amar; amo a las personas todo el tiempo. No vivo con miedo a que me lastimen; he sido lastimado infinidad de veces siempre estoy dispuesto a seguir amando. No vivo con miedo a que jamás nadie me ame; yo me amo y hay una gran cantidad de personas que me aman. No vivo con miedo a quedarme solo toda la vida; disfruto mi soledad, quizá demasiado.
Simplemente, he desarrollado una habilidad para desapegarme en el momento en que alguien me dice “No, gracias, no estoy interesada”. Cuando me preguntan que busco en una pareja, la respuesta es simple y muy sincera: Alguien con quien pueda hablar durante horas sin necesidad de mirar el reloj. Más de una vez me han corrido de restaurantes porque, sin darnos cuenta, hemos platicado durante cinco horas seguidas y el lugar está por cerrar.
Me han dicho que espero demasiado. No lo creo así. Yo no espero que las personas piensen igual que yo o que se comporten igual que yo. Pero si me aseguro de hacerles saber que así soy yo, para que sepan que esperar. Soy un tipo que va a decir las cosas. Alguien que sabe expresar lo que siente. Tal vez tú no sepas hacerlo; no te preocupes, no espero que lo hagas. Créeme que yo cerraré esa brecha, pues me daré cuenta de muchas cosas antes de que digas una sola palabra.
Pero una vez que les abro la puerta a decir las cosas, aprecio que lo hagan. Si a mí me dicen no; es no. Conmigo no hay medias tintas, no hay rogaditas, no hay juegos. Por eso no “salgo” con mujeres. Yo estoy o no estoy. Le apuesto todo o me retiro.
Una persona me ha etiquetado como extremista porque la procuraba todos los días y de pronto dejé de buscarla. Lo que no tomó en cuenta es que entre una y otra cosa me escribió “No creo conveniente que nos sigamos viendo”. ¿Me dolió? Sí, un chingo. Pero si no estoy siendo algo positivo en su vida, prefiero no importunarla. Sí, de vez en cuanto le escribo para saber cómo está. Pero no pretendo recuperar su interés. Si no nace de ella, no tiene sentido que pierda mi tiempo y energía en eso.
Aspiro a que la comunicación con una pareja, sea honesta y completamente abierta. “¿Qué tienes? –Nada.” Creo que no hay peor actitud en esta vida y esa es la forma más sencilla de perder mi interés. Porque si no eres capaz de responder a una simple pregunta de forma abierta y honesta. Entonces cuando se vengan los conflictos de verdad, la cosa estará demasiado destructiva.
Suelen justificarse en el género. Es que los hombres son así. Es que las mujeres son así. Sí, nuestro género determina ciertas cualidades, habilidades y aptitudes. Pero no justifica nuestro comportamiento. No me gusta hablar de géneros. Yo creo que cualquier hombre o mujer tiene la capacidad de ser una buena persona o una mala persona. Eso no está determinado por nuestro género; es una elección.
Si no eres capaz de expresar tus emociones, entonces quizá no estás en el mismo canal que yo. Pero, nuevamente, no espero que lo estés. El punto es, ¿te aferras a permanecer en tu lado o estás dispuesto a encontrar el terreno común?
Retomando las expectativas. Todos las tenemos. Tú vas a tener expectativas sobre tu pareja y sobre la relación que tienen. Tú pareja va a tener expectativas sobre ti y la relación que tienen. Y, muy seguramente, van a ser diferentes, tal vez demasiado. La única herramienta que tenemos para cerrar esa brecha en las expectativas; se llama comunicación. Pero si no sabemos comunicarnos, entonces ¿cómo lograremos entendernos?
Para mí, la vida se ha simplificado bastante desde el momento que aprendí a comunicarme con las personas, por eso siempre me escucharán hablar de la importancia de expresar las cosas. Las mujeres que no han querido estar conmigo, han tenido sus razones. Podré estar o no de acuerdo con ellas pero, al final, son válidas y las he respetado. Con más de una he generado una amistad, muchas otras son sólo un bello recuerdo.
Finalmente, soy un tipo que funciona al revés. primero amo a la mujer, antes de desear estar con ella. Porque me resulta más importante meterme en la mente de una mujer, que entre sus piernas.
Otra cosa que a veces me divierte debatir, es aquello del “amor de mi vida”. Y también me he echado buenas pláticas sobre las “almas gemelas”. Pero quizá esas sean historias para alguna otra ocasión…
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