Camino a los 33 (Road to 33): Semana 17
No odio la Navidad pero esta semana inició de la peor manera. Mi computadora, nuevamente, murió. Y esta vez fue peor, mi regalo de Navidad fue una pantalla azul diciendo que el archivo BCD estaba dañado y no se podía iniciar la computadora. Todo el domingo y lunes perdidos haciendo recuperaciones de emergencia. Afortunadamente, no me di por vencido y logré recuperar el controlador del disco duro que estaba dañado y generar un nuevo archivo BCD a partir de una copia guardada en una partición de seguridad de mi computadora. En fin, si algún día tienen un problema así, pueden llamarme, tal vez pueda ayudar.
La fotografía 113 es resultado de esa frustración y enojo durante todo el 25 de diciembre. Simplemente me tiré en el sillón mientras veía el Sunday Night Football. Recordé que no había tomado la foto del día y estaba tan frustrado que no quería hacerlo, así que sin mayor esfuerzo, alcancé la cámara y tomé varias fotos al techo. Cuando las revisé, la más rescatable me hizo recordar esos tres luceros.
El lunes, después de horas de pelear con la computadora; logré restaurar los controladores y el archivo de arranque, así que decidí salir de mi guarida. Rara vez utilizo el elevador pero tuve que subir una carga pesada, así que aproveché para tomar la fotografía 114, me gusta porque es evidente y no.
Todos los días subo y bajo esas escaleras y pocas veces me detengo a mirarlas. El martes lo hice, me detuve. La repetición en la fotografía es algo que me gusta contemplar. Siempre intento generar repeticiones, a veces me cuesta crear algo agradable a la vista. Estoy satisfecho con el resultado en la fotografía 115. Justamente, hace referencia a la fluidez que podemos encontrar en esos detalles cotidianos. Si tan sólo nos tomamos un instante para contemplar lo obvio, quizá, sólo quizá, podamos encontrar algo estético.
El miércoles tomé muchas fotografías en muchos momentos del día, casi todo lo que estaba haciendo, lo estuve fotografiando, irónicamente, la fotografía 116 es la primera que tomé en el día, justo iniciado. En la barrera, justo para arrancar y ganar la carrera del día.
Desde el principio del proyecto tuve la idea de dejar “pistas”. Sin embargo, no había pensado cómo hacerlo. El jueves tenía mucha pereza mental pero se me ocurrió tomar la fotografía 117. Esta es la primera pista. Al final del proyecto, quien adivine todas, le regalaré una fotografía. Mientras tanto, quienes vayan adivinando cada pista, tal vez los invite a tomar una cerveza. Ya se me ocurrirá algo. Si tú sabes lo que es la fotografía 117, no lo publiques, sólo mándame un correo.
La fotografía 118 es un vil documento, simple y sin chiste. Lo valioso del documento es, justamente, lo que documenta. El viernes escribí seis cartas, me terminé las hojas especiales que utilizo para escribir… eso fue lo único que me detuvo. Y aquí es donde viene ese lado que mucha gente desprecia, simplemente porque no lo comprenden.
Para mí, el fin de año calendario… sólo es un día más. El ciclo que a mí me importa y resulta significativo es, justamente, el que este proyecto documento y, aun así, no lo celebro. No soy apegado a estas fechas por motivos que ya expliqué en otras publicaciones y si les interesa saber más, son libres de preguntar. Pero yo procuro hacer cada día, lo que la mayoría de las personas asocian con estas fechas. Estar agradecido, amar y abrazar a las personas. Las cartas que escribo, no lo hago por las fechas, lo hago porque así soy. Las personas que han tenido la fortuna de recibir una de mis cartas, saben que pueden llegar cualquier día y por cualquier motivo. Sí, en estas fechas coincidió que tuve el tiempo para dedicar toda una tarde a escribir. Pero hay personas a quienes les pedí su dirección desde principios de año. Hay a quienes se las pedí la semana pasada. Siempre hay alguien a quien le pido su dirección y un día, no sé cuándo ni por qué razón, pero un día llegará esa carta. Así que, el fin de año calendario, sólo es un día más para mí. De hecho, en ninguna de las cartas menciono algo relacionado con las fiestas de esta época. En fin, eso no quita que pueda disfrutar la celebración.
Justo camino a casa de mis padres, desde donde escribo esta publicación; pensaba en cómo han cambiado las épocas. Antes recibía múltiples mensajes de texto en estos días, incluso de gente que ya ni tenía en mis contactos. Pero al menos se tomaban un minuto de su tiempo para enviarlo. Hoy en día, las personas te etiquetan en una fotografía en una red social junto a 50 tipos que no conoces. Son pocas las personas que hoy en día se toman un minuto de su tiempo para enviarme un mensaje; el cual agradezco y, de igual forma, les deseo lo mejor. Esas personas son las importantes, son las amistades que hay que alimentar. Yo, por ejemplo, me tomo dos o tres horas de mi tiempo para escribirle una carta a alguien, lacrarla, ponerla en un sobre y llevarla al servicio postal. Así que, casi nunca envío un mensaje a las personas en estos días. No porque odie la navidad o el año nuevo. Simplemente, me aseguro de hacérselos saber a lo largo de todo el año. Definitivamente, prefiero la calidad sobre la cantidad. El tiempo es un recurso no renovable y es el más valioso que tengo, así que lo invierto en las personas que enriquecen mi vida.
El último día del año me trajo a casa, como cada semana (lo ven, un día más en el calendario). Muchas veces he visto tejer a mi madre pero creo que pocas veces presto atención a lo que está haciendo, al menos, no desde que me enseñó a tejer a mí (sí, yo sé tejer con agujas). Pero hace un momento platicábamos y la veía tejer. Así que decidí tomar la cámara y tomar varias fotos. Empecé tomando fotos con flash pero lucían como un apose, sin vida. Así que decidí apagar el flash y utilizar velocidades bajas. El resultado fue la fotografía 119. Esas manos mágicas que durante mi infancia me tejieron tantos suéteres. Esas manos mágicas que me enseñaron a tejer y me llevaron a tejer un vestido. Esas manos mágicas que han tejido infinidad de chambras para mi sobrino, para los hijos de mis amigos y para los hijos de muchas personas más. Esas manos mágicas que han creado piezas maravillosas y que silenciosas en una esquina de la casa crean cosas increíbles a partir de una hebra.
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