Brothers To The End
Para iniciar el cierre de año, se vino un viaje que se había planeado bastante tiempo atrás… Tres meses para ser exactos. Lo que inició como una broma, evolucionó a una calentura y terminó siendo una locura… una locura que valió la pena vivir.
El viaje, una vez más, no fue pensado para tomar fotografías, pero no dejé pasar la oportunidad de llevar conmigo unas cuántas… cuatro para ser preciso. Cada una con su misión específica. Irónicamente, todo comenzó con el celular. El largo viaje con una conexión; me permitió generar una miniserie de cuatro imágenes llamada Alas. Lamento que sólo comparta tres de ellas, pero la segunda es una de mis tres favoritas del viaje y, cómo ya lo habrán notado, esas tres imágenes son reservadas. La miniserie son fotografías que tomé en diferentes momentos a través de mi ventana del avión. Esa foto favorita es un momento especial, de esos fenómenos naturales fantásticos en los que se mezclan las bajas temperaturas con los rayos del Sol, generando un halo celestial.
Recién llegamos a nuestro hotel, botamos las maletas y nos salimos a caminar. Para quienes me conocen, sabrán que mis destinos favoritos no son las ciudades, por el simple hecho de que vivo en una. Pero esta ciudad tiene su encanto. Pintoresca, colorida y, de algún modo, aún clásica. Al principio no hay mucho que ver, lo mismo que tienen todas las ciudades. Luces, tránsito desquiciante y peatones imprudentes que no respetan los semáforos. Pero salgo buscando algo que llame mi atención, últimamente he intentado capturar imágenes simétricas, como simple ejercicio. Mis imágenes no son perfectas, pero capturan la esencia de lo que intento.
De pronto suenan las campanas y miro atrás pasar un tranvía, de esos que sólo había visto en las películas. Sí, esta ciudad tiene su encanto. Pasan de un lado a otro, suben, bajan. La gente los abarrota en la hora pico. La temperatura es baja, 4° C, tal vez. Y yo camino por las calles sólo como mi camiseta Clima Cool, porque el caliente no le teme al frío. Hasta el más Grinch del grupo, es decir, yo, aprecia lo agradable que resultan las luces extra en las fotografías. Demasiada gente en todos lados, pero la espera me permite contemplar la Navidad desde un punto de vista diferente. La gente es feliz… que envidia.
Otro día comienza y despertamos muy temprano, el cambio de horario hace su efecto. Eso nos permitió caminar tranquilamente desde el hotel hasta el muelle en donde nos embarcaríamos hacia la mismísima isla de Alcatraz. En el camino da tiempo de tomar algunas fotos y como ya estoy ahí, no puedo evitar capturar la típica postal de turista. Y también lo hice con mi cámara infrarroja. Aunque quienes conocen mi trabajo, saben que mis días predilectos son los parcialmente nublados. Las nubes siempre las uso para agregar dramatismo y carácter a mis fotografías infrarrojas. Pero hoy trabajamos con lo que tenemos. El Golden Gate también se deja ver en todo su esplendor. Pero la isla me resulta más fascinante. Casi como cualquier lugar lleno de historia. ¿Quién lo diría? Yo que tanto aborrecía la historia en la escuela. Creo que el problema es que nunca supieron contármela. Con tanta gente es difícil encontrar un lugar con un momento sólo para mí, pero logro capturar ese pasillo. Recorro la cárcel y escucho su historia, me encierro en mí e intento sentir, no a la gente que me rodea, sino a la gente que ahí estuvo. Encuentro imágenes que me intrigan.
No es de extrañarse que la isla brinde grandes puntos de vista para fotografiar la bahía. Justamente es desde la isla dónde hago la segunda fotografía favorita de este viaje. Es una fotografía infrarroja, en blanco y negro, de San Francisco. De esas cosas que sabes que jamás debes hacer, pero en la fotografía infrarroja las reglas se rompen, disparo contra el sol y los rayos del Sol se desbaratan en mi lente. Los halos hexagonales decoran la imagen y le dan un toque de fantasía a la lúgubre fotografía que acabo de capturar.
Andamos de vuelta por las calles de la ciudad y me dejo atrapar por sus luces de neón. Me obsesiono con la simetría y encuentro repeticiones a cada lado que miro, pero sólo soy capaz de capturar algunas. Involucro a los, muchas veces, despreciables cables en mis imágenes y los hago parte de la composición, porque si no puedes con el enemigo; únetele. En este recorrido encuentro mi tercera fotografía favorita. Una simple mirada al cielo. Quizá he visto y leído demasiada ciencia ficción últimamente, pero las luces, la geometría, el azul profundo… todo se mezclan para hacerme sentir. Embrace emotion, me dice la Ópera de San Francisco y eso es lo que intento… abrazar mis emociones, sin importar del tipo que sean.
Meses atrás planeamos este viaje y ni si quiera era a San Francisco el destino original. Oakland fue el motivo de nuestro viaje. Lo que en septiembre lucía como un partido con implicaciones de postemporada; para octubre no tenía atractivo alguno y para noviembre fue movida de SNF al domingo por la tarde. Sin embargo, ya estábamos ahí. Lo único que pedía es que los Raiders se mantuvieran en el juego hasta le final, sin imaginar que presenciaríamos una victoria en un juego lleno de emoción. Después de todo, el viaje valió doblemente la pena.
Estoy sumamente agradecido de que mis amigos me hayan arrastrado a esta aventura. Algo que, definitivamente disfruté, a pesar de mi tortuosa mente. Sin duda alguna, es una de esas experiencias que se quedan guardadas en un lugar especial. Porque sin importar la situación, sin importar el dolor, el cansancio, la carencia y lo absurdo de muchos de mis pensamientos… Tengo la certeza de decir… Brothers to the end.
P.S.: I love you
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