Para quienes me conocen; saben que tengo diferentes gustos que, de algún modo, influyen mi más grande pasión: la fotografía. Los rompecabezas es uno de ellos. Un gusto que a veces parece una obsesión y por eso tiendo a evitarla de vez en cuando. Cuando abro un rompecabezas, no puedo detenerme hasta terminarlo. No importa si no duermo una, dos o tres noches seguidas. No importa si dejo de comer o si paso 6 horas de pie.

Todo empieza con ese aroma al abrir la caja y la bolsa en la que vienen las piezas. Si indagan lo suficiente en este sitio, podrán descubrir evidencia de mi obsesión con el acomodo de las piezas. Una por una las voy tomando de la caja para separar las orillas del resto. Pero al mismo tiempo, me aseguro de organizar las piezas por forma. Después, cada uno de esos grupos, los organizo por colores o contenido. También tengo la costumbre de cronometrar el tiempo invertido para completarlos.

Armar rompecabezas es un gusto que pocas, muy pocas veces he podido compartir. Por lo general, soy tachado de loco, enfermo y cosas peores. Por esa razón, suele ser una actividad solitaria, una de las que más disfruto porque es de los pocos momentos en los que todos mis sentidos se enfocan en resolver el problema. Mi mente deja de divagar y se concentra en las formas, imágenes y colores que percibe. Algo sumamente necesario para mí en este momento de mi vida. Me resulta imposible concentrarme en algo sin que un tema en particular inunde mis pensamientos. Todo el día me descubro encontrando relación en lo que hago con ese sentir.

En ese sentido, estos rompecabezas han representado una terapia, una catarsis, una proyección, una forma de meditar. Decidí comenzar con el Dragón Negro que lleva por nombre “Sunset Dragon”. Ese que representa el lado obscuro de mi mente, esos pensamientos que me destrozan a cada segundo. De algún modo, el lado con el que me siento más identificado, quizá, sólo quizá, por esa razón fue el más rápido en ser armado. Únicamente me tomó 11 horas y 54 minutos completarlo. Tan solo me tomó dos sesiones, la primera de seis horas exactas, la segunda fue el resto.

El segundo rompecabezas fue el Dragón Blanco que representa el lado lúcido de mi mente, esos pensamientos que me permiten continuar, que me hacen mirar al cielo cada vez que pongo un pie en el exterior. Para completar este rompecabezas tuve que realizar siete sesiones, la última y más larga fue de 5 horas y 3 minutos. Obsesionado con terminarlo ya, porque en mi mente sentía que ya me había tardado muchísimo más que en el anterior, lo cierto es que el tiempo total fue a penas 26 minutos superior. 12 horas y 20 minutos fue el tiempo requerido para ordenar mis pensamientos más claros. Además, esa noche tuve motivos suficientes para permanecer despierto, al pendiente del celular por si alguien me necesitaba. A veces el amor se manifiesta de formas que el resto del mundo no comprende.

 
 
 
 
 
 

El ultimo rompecabezas en ser armado fue aquel que contiene ambos lados de la fuerza. El Yin y el yang. Siempre es más difícil encontrar el balance que dejarse llevar por uno solo. “Mystical Dragons” es la representación de esa tregua entre ambas partes de mi mente en la que al final deciden reconciliarse porque juntos son más fuertes. No fue fácil, se requirieron 14 sesiones de trabajo para completarlo, aunque fueron de tiempos mucho más reducidos, la más larga fue de 3 horas y 22 minutos. Al final, me tomó un total de 18 horas y 22 minutos conciliar a ambas bestias.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Donde muchos otros encuentran horas tiradas a la basura; yo encuentro paz. Además, la satisfacción de ver tres mil piezas en la pared de mi oficina que representan mi mente… mientras mi corazón es representado en una magnífica ilustración en mi habitación.

 

Disfruto tanto de los rompecabezas que ahora estoy dispuesto a enfrentar un nuevo y más grande reto. El siguiente rompecabezas será el primero de 5 mil piezas que arme. Aún no sé dónde lo colocaré, me estoy quedando sin paredes… pero creo que hay mucho techo.

Tal vez, sólo tal vez, mi gusto por los rompecabezas es lo que ha ayudado a que tenga una formidable memoria. A veces también noto pequeños detalles que para otras personas son imperceptibles. Hay una gran cantidad de piezas que tomo y coloco de forma inmediata en su posición, simplemente porque noto cada detalle de su forma, en mi mente puedo imaginar las partes faltantes e identificarlas sólo con observarlas a la distancia. Mi convicción de continuar buscando la siguiente pieza que me permitirá continuar hasta unir un extremo con el otro. Aprender a mirar hacia otro lado para dejar de viciar mi mirada con imágenes similares.

Al final, es una actividad que me permite estar en profundo contacto conmigo mismo. Muchas veces lo hago en completo silencio, sin música, sin televisión, sólo las piezas y yo. Tanta soledad, tanto silencio… ese lugar es al que pertenezco. Toda esa meditación, ese sentir, esas habilidades desarrolladas se ven reflejadas en mis fotografías, de un modo u otro.

En otras noticias… Aunque haya renunciado a lo que más amo, eso no significa que deje de amarlo. Y sin importar cuántos años hayan pasado, cuantos amaneceres haya visto; sé que siempre llegará el siguiente que me robará el aliento y me haga perderme en un suspiro… Este es el renacer del Fénix…

P.S.: I love you

Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México. 9 de noviembre de 2018, 06:33 hrs.

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