Viviendo en la Obscuridad
A veces ocurren cosas muy similares en un periodo de tiempo tan corto, que no puedo evitar sentir la curiosidad de preguntarme si es mera coincidencia. Al final, lo interesante es que todas esas cosas que, en un principio, resultan bastante graciosas; terminan llevándome a un inesperado viaje de análisis e introspección. Un viaje que exige analizar con detalle mi pasado, mi presente y mi futuro. Bueno, tal vez en eso también tenga alguna influencia las noticias de hace un par de semanas.
Un día mientras contemplaba mi insignificante existencia; recibí un mensaje de una persona, una amiga que tiene bastante tiempo que no veo. Su mensaje, a la letra decía: “¿Por qué me borraste de Facebook?”. A lo cual respondí con un “Hola, ¿cómo estás?”. Pero fue insistente en saber el motivo por el cuál había tomado la osada decisión de arremeter contra su estatus social, sin darse cuenta de que había borrado por completo mi cuenta. No le importó que a mí me importaba saber cómo estaba ella y, mucho menos, le importó saber cómo estaba yo. Y más de uno podrá decir que no soporto una broma, lo cual sería muy poco acertado. Sin embargo, de forma estúpida, si ustedes quieren, yo procuro asegurarme de que la otra persona está bien antes de recurrir al humor que con frecuencia me acompaña. Pocos días después de este incidente; alguien más me escribió y directamente me preguntó: “¿Por qué ya no me hablas?”. A lo cual respondí: “Porque sin importar la cantidad de veces que intenté platicar contigo en el pasado; siempre dejaste de responderme.” Y de ahí se desencadenó un intento de plática agradable hasta que… eventualmente, dejó de responderme. Menos de una semana después; me encontré con la persona con quien llevo la amistad más larga de mi vida. Yo iba manejando camino a mi destino y la vi subiendo a su auto. Así que me frené y bajé corriendo del auto a saludar. Fui recibido con un: “¿Por qué ya no me has escrito, maldito?”. Después del abrazo que entregué; simplemente respondí: “Tú también tienes dos manos.” Y me quedó claro que aun las tiene porque utilizó ambas para hacerme señales obscenas. Sonreí, nos despedimos y seguimos nuestros respectivos caminos. Ese fue el momento en que noté lo que estaba sucediendo. A la gente no le importo (y no tendría por qué importarle), simplemente le importa que yo esté al pendiente.
No escribo esto para nadie en particular, lo hago para mí. Porque es muy probable que esta sea la última publicación que haga con la etiqueta de Personal. Quizá algún día mire atrás en esta bitácora y descubra que este fue el punto sin retorno. Quizá algún día me pregunte por qué me sucede algo en particular y pueda mirar estas líneas y comprender que es aquí donde tomé un nuevo rumbo. Y, quizá, sólo quizá, el mundo también algún día descubra el instante en que todo se fue por el retrete. Hace unos días una compañera de trabajo me preguntaba cuantas personas leían mi blog, sin titubeos respondí: “Uno. Ya ni si quiera mi madre lo lee.” Y no me preocupa, jamás escribí aquí para alguien… aunque debo reconocer que más de una persona ha expresado que extraña lo que escribo. Sin saber que las cosas aquí siguen y aquí seguirán. Simplemente no hacen lo suficiente por descubrirlo. Y creo que de eso se trata todo esto. Este escrito ha sido revisado y editado infinidad de veces, construido a través de varios días. Hoy intento ponerle orden, aunque sé que no lo lograré. Simplemente quiero que esta última publicación que comparto sobre mí… sea profunda, sincera… una ventana a lo que pasa por mi mente una tarde cualquiera mientras reflexiono con un poco de jazz y una buena copa de vino.
Quizá resulte difícil encontrar un punto de partida… han sucedido tantas cosas… estoy tan vacío… tan carente de sentido. ¿Cuándo fue la última vez que te miraste a los ojos y dijiste “Mi vida no tiene significado alguno”? Se dice que el mundo se divide entre aquellos que huyen del peligro y los que corremos hacia él. Empezaré por mencionar que muchas cosas cambiaron desde el momento en que conocí cómo y cuándo me extinguiría. Definitivamente la vida da un giro interesante cuando, por accidente, descubres cuál es tu fecha de caducidad. Pero yo no soy del todo noble, así que no tuve esa epifanía de querer dar el máximo cada día y hacerle saber a todas las personas que amo… cuánto los amo… cada día. De hecho, eso fue lo que detonó todo esto. Porque, al final, eso es lo que siempre hice. Siempre estuve. Siempre fui yo quien se tomaba treinta segundos de su día para tomar el celular y escribir un “Hola, ¿cómo estás?” a las personas que me importan, a las personas que amo. Siempre fui yo quien insistió en vernos, siempre fui yo quien hacía maniobras con su agenda para poder acoplarse a las personas, para verlas cuando y donde querían. Era yo quien se tomaba dos o tres horas de su día para escribir una carta. Fui yo quien se tomaba una mañana para ir al correo postal a depositarlas. Era yo quien enviaba las flores. Escribí decenas de cartas… jamás recibí una respuesta. Y no es que la esperara… simplemente, jamás llegó… aún cuando hubo quien prometió responder si algún día recibía una de mis cartas. Es fácil ser valiente cuando las cosas van bien, pero la verdadera prueba de un hombre es cómo se controla cuando está en un lugar apretado.
Una vez alguien me dijo lo que Aquiles a Briseida al final de Troya: “You were peace in a lifetime of war”, esa era la razón por la que le gustaba compartir el espacio-tiempo conmigo. Hace demasiado tiempo que esa persona dejó de estar. Alguna vez alguien me dijo: “Si hay alguien que quiero que siga estando en mi vida; eres tú.”, un par de meses después dejó de hablarme. Hubo quien se fue dedicándome una canción. Hubo quien me dijo que yo era un bálsamo en su vida… justo antes de irse. No sin antes confesarme los aspectos más obscuros de su vida… una de las personas a quienes más he amado. El amor y la compasión que podemos darnos los unos a los otros en los capítulos más tenebrosos de nuestra vida; es lo que hace la diferencia. Mi mejor amigo, también se fue. Y la suma de todo lo anterior me llevó a reflexionar, a indagar en lugares bastante profundos. Sí, soy una persona tóxica. Lo acepto, lo reconozco, vivo con ello. En algún punto, mi presencia causa más dolor, sufrimiento, molestia o, incluso, indiferencia, que alegría y felicidad. Así que no culpo a las personas por tomar la inteligente y valiente decisión de alejarse. Sin importar el camino que hayan decidido tomar; las sigo amando y, al final, lo único que siempre he querido es que sean felices. Si mi ausencia es requerida para garantizar que son felices… entonces es un honor poder aportar ese pequeño grano de arena.
Estoy más solo de lo que solía acostumbrar hace un par de años. Al principio me costó recibir nuevamente a la soledad. Pero la carpintería me ayudó a sanar algunas cosas, o no sé si fue el exceso de lacas y disolvente que inhalé durante ese periodo. Viajes inesperados me ayudaron a descubrir fortalezas y facetas que me enseñaron a dejar de llorar y levantar la frente. Y cuando mejor me sentía, la vida se aseguró de conectar un recto de derecha que me llevó nuevamente a la lona. Pienso. En mis más profundos temores, con mis más peligrosos demonios… vivo. A veces creo que, cuando finalmente me extinga; todas esas personas que me dijeron que me querían o amaban, pero que al final se fueron; estarán listas para dar cualquier cosa por un minuto más conmigo… Cuando pudimos haber compartido una vida. Pero después me doy cuenta de que, muy seguramente, ni si quiera se acordarán de mí. Me cuestiono si eso me afecta. Es de esas preguntas que me respondo como soy… brutalmente honesto. Al final, recibimos lo que merecemos en vida y yo tengo exactamente eso. No más, no menos.
Nuestro ego a veces nos impide ver. Y a causa de mi ego, perdí lo más importante para mí. Ese alguien que me llamó bálsamo, hace poco me dijo: “Me gustaba cuando escribías sobre mí”. A lo cual yo respondí: “Escribo sobre lo presente en mi vida.” Pero ahora que lo pienso; no es del todo cierto. Aún sigo escribiendo sobre alguien que ya no está, que ya no quiso estar. Aunque al final escribo sobre mí; todo gira en torno a esa persona. Eso sólo es prueba inequívoca de la importancia que ha tenido en mí todo este tiempo, la influencia que aún ejerce y los recuerdos que aún evoca. Probablemente es lo único que me queda… el recuerdo. Quizá la única cosa buena de saber el cómo y cuándo… es que finalmente sé que sí podré decirlo… Finalmente tendré la oportunidad de poder usar esa palabra en tiempo pasado…
Obscuridad es lo que ha llenado mi vida desde hace más de ocho meses y, literalmente, he vivido en la obscuridad. Hoy paso tanto tiempo en el cuarto obscuro. Experimentando, probando, intentando, cocinando químicos. Lo cuál me llevó a recordar mi época en la preparatoria, cuando casi reprobaba química orgánica porque no podía balancear las benditas ecuaciones y con bastante despecho dije: “No sé para que me obligan a estudiar química si jamás la voy a utilizar”. Casi 20 años después me encuentro en mi laboratorio tomando temperaturas y mezclando químicos de forma precisa para obtener el mejor resultado para mi revelado. La ciencia ha sido mi guía espiritual. No cabe duda de que las matemáticas es el lenguaje del universo y la física es la ciencia madre para comprender el resto del universo.
Si hay algo que me hace levantarme cada día; es mi hambre de conocimiento. La física, astrofísica, cosmología, física teórica, química, biología, etc.; se han convertido en el motor de mis días. Esa hambre por conocer más, por entender nuevos horizontes ha sido lo que me ha llevado a seguir respirando. Y no sólo las ciencias. Cada mes me debato entre seguir pagando mi clase de baile o no. Pero al final de cada mes estoy aprendiendo algo nuevo que me hace seguir asistiendo. Sigue sin gustarme bailar (no, de hecho, sí me gusta, sólo que ya no está la persona con quien quiero hacerlo), sólo bailo en clase. Pero el simple hecho de saber que sé; es razón suficiente para seguir estudiando. Hace ocho meses no era capaz de levantarme de una mesa para bailar con la mujer que amo. Hoy soy capaz de llevar a varias naciones de la mano. Cuando no hay clase; siento un vacío. Se ha vuelto algo tan… constante en mi agenda, que ahora no veo mi semana sin bailar. La principal razón por la que no bailaba era porque siempre me hicieron burla de niño. Pero los miedos me llevaron a perder lo más importante en mi vida. Lo menos que puedo hacer es honrar este amor con la valentía necesaria para enfrentarlos… aunque ya de nada sirva.
Empecé a bailar con alguien en quien confiaba bastante, pero también se fue. Ya tampoco me habla. Cuando todo eso sucedió; ni si quiera consideré dejar las clases… eso me mostró que realmente algo en mí había cambiado. He crecido. Hoy mis días se van en absorber la mayor cantidad de conocimiento en el día, eso significa leer libros en cada instante que puedo. Nuevamente estoy experimentando con fotografía, paso noches completas mirando los planetas y las estrellas. Estoy ahorrando para un filtro solar, necesito ver la estrella más cercana al planeta Tierra. El piano se ha vuelto una forma maravillosa de canalizar mi nostalgia. A penas llevo unas cuantas clases, pero el progreso es evidente, al igual que con el baile, sólo será cuestión de practicar; un acorde a la vez, un ritmo a la vez. Me encanta encerrarme en el cuarto obscuro a revelar mis películas, ampliar mis fotografías, incluso ya hago mis propios rollos.
A veces sigo haciendo mis experimentos sociales, por ejemplo, decidí borrar más de la mitad de mis contactos en mi celular. Hoy tengo menos de sesenta, y la inmensa mayoría son contactos laborales. Borré a todas las personas con quienes no he hablado en meses o, incluso, en años. Comienzo a estar en paz porque, finalmente, estoy dando exactamente lo mismo que estoy recibiendo. Además, pienso que todas esas personas son felices sin mi presencia, así que… ¿qué caso tiene perturbarlas con mi existencia? Al final, lo que siempre he querido es que sean felices. Sé que lo son, no tengo ningún derecho a molestarlas… menos ahora con mi condición.
Cuando reflexiono en todo esto; las cosas toman mucho sentido. Desde hace meses he dicho que soy un agujero negro y, alguna vez, alguien me preguntó por qué lo soy… esta es la respuesta. Hace un par de años me convertí en una Súper Nova. Consumí todo mi combustible buscando el objetivo de los 33. Al lograrlo; exploté masivamente regando mis entrañas y brillando demasiado. Brillando tanto que opaqué todo lo que había hecho los 32 años anteriores. Pero era tan masivo que durante los siguientes meses; nada pudo evitar mi colapso. Estaba condenado a convertirme un agujero negro.
Ocultos en la obscuridad del vacío del espacio; los agujeros negros surcan el Cosmos. Sí, un agujero negro siempre es una mala idea. Sin embargo, hay casos en los que se les puede sacar provecho. Por ejemplo, puedes orbitarlos muy cerca para reducir tu paso por el tiempo y, de esa forma, viajar al futuro. En mi caso, creo que las personas que me han dicho cosas agradables, que me han querido, que me han amado… y que al final han partido; simplemente es porque necesitaban adquirir la suficiente aceleración para alcanzar su siguiente objetivo. Ejecutar una maniobra de resortera es una actividad común en los viajes interestelares. Sin embargo, hacerlo con un agujero negro es algo bastante peligroso. La clave está en no cruzar el horizonte de eventos del agujero. Porque una vez hecho eso; nada puede escapar, ni si quiera la luz. Entonces, las personas que lo han necesitado; se han beneficiado de hacer su vuelo tan cerca como les es posible. Mientras tanto, yo he disfrutado de su presencia y una vez que obtienen todo lo que pueden de mí; adquieren su velocidad de escape y las veo partir. No me queda más que desearles lo mejor en su viaje, mientras contemplo su desplazamiento al rojo.
No he cerrado el punto que abrí al principio y creo que es momento de hacerlo. Al final, este es el punto sin retorno, justo como ese horizonte del que he hablado. Un agujero negro no va por la continuidad del espacio-tiempo anunciando su presencia. No va gritándole al Cosmos que ahí está, mucho menos, se gasta los días pidiéndole a los astrofísicos que lo volteen a ver, que se tomen un momento para contemplarlo. No, un agujero negro existe. Un agujero negro forma galaxias y le importa un comino si alguien lo nota o no. Así que… al ser un agujero negro, simplemente dejé de anunciar mi existencia.
Mucho esfuerzo ponen los astrofísicos en estudiar un agujero negro, en identificar dónde está, comprender su masa y su comportamiento… de la misma forma, de ahora en adelante, si alguien quiere saber cómo estoy, si alguien quiere conocerme, descubrirme, entender lo que ocurre en mi mente; entonces tendrá que hacer el esfuerzo por levantar, al menos, el bendito teléfono y preguntar cómo estoy. Tendrán que enfocar sus telescopios, analizar la información, estudiar la ciencia detrás… Sí, quizá es extremo, pero lo cierto es que estoy cansado… estoy agotado de ser yo quien intentara mantener el contacto, estoy cansado de mostrarte que valgo lo suficiente. Si alguien quiere mirar… bien. Si no… mejor.
Ignoro si esto me llevará a un punto en el que no me soporte, pero estoy en paz… finalmente estoy dando exactamente lo mismo que estoy recibiendo… Al final, mi vida quizá no está tan carente de significado, simplemente comienzo a disfrutar de la libertad. Yo estoy… y estaré. De la misma forma que un agujero negro es y está… casi perpetuo. Sí, hoy mi radiación de Hawking me consume a un ritmo mucho más acelerado de lo que la teoría predice que los agujeros negros se consumirán en el universo… pero lo acepto y cada día vivo con ello.
Guardo en mi memoria y en mi corazón grandes momentos. Como aquel día que vi por primera vez Júpiter. Sin duda alguna, una de las experiencias más conmovedoras de mi vida. Sólo equiparable a ese día en que miré sus ojos con tanto detalle que mi corazón se detuvo por un instante. Estoy seguro de que dejé de respirar cuando me adentré en el detalle de sus pupilas. Los músculos de su iris contrayéndose ante la intrusión de tantos instrumentos. Sí, fue ese día cuando me enamoré. No de sus ojos, no de su mirada… de ella. De sus secretos, de su existencia. Cuando vi Saturno por primera vez (la joya de la corona); simplemente extrañé sus ojos.
Otro evento que sé que tendré presente cada día, hasta el mismo instante que me extinga y mis átomos sean reclamados por el Cosmos, que fue quien me los otorgó; es aquel día en que dije “Lo que estoy a punto de hacer; cambiará nuestras vidas”. Sin duda alguna, ese día cambió mi vida. Ese día me entregué a lo que creía. Ese día abrí mi corazón a nuevas experiencias. En ese primer beso descubrí que era con ella con quien quería compartir el resto de mis días. Hoy ese recuerdo es lo que me mantiene lúcido. Hoy ese deseo sigue vigente. Sé que jamás volveré a sentir algo similar. Sé que jamás volveré a experimentarlo. Lo sé. Así que atesoro mi recuerdo. Atesoro ese instante en que mi vida cambió para la perpetuidad. Sigo sin cortar mi pelo y, probablemente, no lo haré hasta que comience la caída. Esta es la última vez que podré tenerlo tan largo. Hoy ya no hay esperanza en él. Hoy sólo queda ese agonizante anhelo de haber compartido todo esto con ella. Hoy no hay atuendo blanco… y, definitivamente, nunca más lo habrá. Hoy ya todo es negro. Prometí no volver a los lugares que compartí con ella, no porque no pueda, simplemente porque decidí honrar el recuerdo de los mejores momentos de mi vida. Así es como quiero partir… amándola hasta el último instante. Bailando para ella. Entendiendo el universo como si fuera a explicárselo a ella. Porque si he de partir… lo haré bajo mis propios términos… Tocando el piano para ella hasta que me extinga…
P.S.: I love you
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