La semana 40 ha sido una semana totalmente electrizante. Tres fabulosas tormentas pero una en particular fue sumamente especial. Única.
El domingo fue uno de esos días extraños en los que, por una desconocida razón; me siento vacío… muy vacío. La buena noticia fue que vi a una amiga que tenía cerca de medio año sin ver. Desayunamos y programamos fecha para su sesión de embarazo. Por la tarde fui a comer con mis amigos más cercanos. Jugamos unas hordas de Gears of War 4 (eso siempre ayuda a levantarme el ánimo) y la extrañé… extrañé a esa persona especial. Eso es peligroso, así que no me atreví a mencionarlo, a pesar de haber hecho lo que nunca antes había hecho por alguien más… Soltar el control para responder sus mensajes. Bongo ultrajó mi pierna, así que mientras jugaba con él; decidí tomarle la fotografía 274 para recordar el bochornoso incidente que, seguramente, me recordarán con mayor frecuencia de la deseada. Al final, llegué a casa; cansado y con ese dejo de nostalgia por no haberla visto una vez más.
El lunes salí un tanto tarde del trabajo y el tránsito estaba infumable. La lluvia complica mis traslados pero disfruto mucho el paisaje. La parte frustrante es mirar a lo lejos la tormenta eléctrica y no poder detenerme a tomar fotos. No me queda más que deleitarme al contemplarla. Me emociono con cada relámpago. Aun así, fui bastante afortunado de llegar a casa y poder capturar la parte final de la tormenta con la fotografía 275. Debo reconocer que no tenía el equipo preparado para estas fotos, así que me costó un poco hacer buenas fotografías. El resultado final es bueno pero sé que puede ser mejor. Mientras estaba ahí de pie, con el balcón abierto, presionando el disparador de la cámara; pensaba en la belleza de las tormentas y me pregunté si alguna vez podría llegar a compartir un momento así, en completa obscuridad, con el puro sonido ambiental. No sé si soy capaz de hacerlo; independientemente de que exista alguien que quiera hacerlo. Esos momentos son tan míos. Tal vez, aunque siempre tengo la puerta abierta a mi mundo para quien se atreva a entrar; no resulta del todo atractivo estar expuesto a las inclemencias del clima.
A pesar de que todos los días nos escribimos; el martes fue diferente, pues fui lo suficientemente osado (de osadía, no de oso) para expresar las cosas que inundan mi cerebro. Brutalmente honesto, como suelo ser; compartí pensamientos, emociones y expectativas. Históricamente, eso siempre ha tenido el mismo fatídico desenlace… Por ahora, sólo me queda esperar. De la misma forma que esperé largar horas bajo la lluvia mientras manejaba al destino de esa noche. Sin embargo, con una cámara me puedo distraer lo suficiente como para soportarlo. Entre las diferentes tomas y experimentos que hice; elegí la fotografía 276 que capturó el momento que los limpiadores embarran las gotas de agua. Quitando lo que ya fue para dar oportunidad a nuevas formas a partir de las gotas que se impactan en el lienzo que forma el parabrisas. Una imagen que no dice nada pero con el antecedente del día… lo expresa todo.
Soñé que estábamos en el departamento de la innombrable. Pero estaba alguien más, un muy buen amigo mío. Ellos son de épocas diferentes en mi vida. Es probable, muy probable, que una o dos veces hayamos coincidido en el mismo intervalo del espacio-tiempo, pero jamás al grado de convivencia del sueño. En fin, estábamos en lo que, presumiblemente, era su sala. Mi amigo estaba sentado en un sillón individual enfrente de mí. Entre nosotros había una mesa de centro bajita. Café, podría decir. Yo estaba sentado en otro sillón individual y junto a mí; estaba ella en un sillón más grande. Platicábamos los tres. De pronto, ella me dijo “Quise que vinieras porque quiero que sepas que por fin me voy a casar”. En ese momento a mí me daba un ataque de pánico o ansiedad, no lo sé; jamás he tenido uno en el mundo real. Pero empezaba a buscar acosas en mi mochila y encontraba el misil de aire de mi cámara y empezaba a apretarlo. Ambos me preguntaban si estaba bien y les decía que no. Entonces me salía corriendo del departamento. Ella salía tras de mí y yo sólo bajaba escaleras. Todo era blanco. En un piso me detenía porque veía que casi me alcanzaba y me trataba de esconder. Sólo la escuchaba decir que no me pusiera así, que ella quería que tomara las fotos. Ella me lograba ver desde las escaleras, en un rincón en el que yo estaba. Se regresaba para ir conmigo y me empezaba a costar respirar. Fue entonces cuando me dije “Mmm… no, nada tiene sentido. Debo estar soñando. No quiero verla. Wey, despierta. ¡Despierta!”. Entonces desperté antes de que llegara a mí. Lo primero que se me vino a la mente fue esa persona especial y deseé tanto poder abrazarla en ese instante… que aún ahora es mi más grande anhelo. El resto del miércoles me dedique a planchar ropa y fue durante ese periodo que vino a mi mente la idea para mi nuevo proyecto. Aun no termino uno y ya planeo el siguiente. No cabe duda que un creativo; crea. Será una especie de secuela a Soledad. Aun debo pensarlo bien y hacer algunas pruebas antes de embarcarme a esa misión. Finalmente, aunque después de la pesadilla tomé fotos del amanecer, decidí que serían para E.L.L.A., así que hice la fotografía 277 para mi Camino a los 33. La imagen busca reflejar el sentir del sueño. Entré tantas ideas, decidí hacer algo extraño que me ha llevado a considerar agregar una fotografía, en un futuro, como referencia a mi mano derecha, para clarificar el autorretrato.
El jueves inició muy temprano y con una gran tormenta que me acompañó todo el camino al trabajo. Sin embargo, a pesar de la lluvia; cuando empezó a amanecer, las nubes se disiparon y me regalaron un magnífico conjunto de colores a través de las gotas de la poca lluvia que quedaba. Aquí estoy yo y la extraño. Quiero verla y esa persona especial lo sabe.
El viernes llegué temprano a casa con toda la intención de tomar fotos de Luna pero como suele suceder en la mayoría de las noches de Luna llena; se nubló e incluso comenzó a llover. Aproveché la oportunidad para tomar unas fotos de un arcoíris que se formaba con el atardecer. De pronto, un relámpago apareció y, según yo, estaba fuera de mi encuadre pero si alcanzó a aparecer en una esquina de la fotografía 279. A veces creo que soy demasiado afortunado.
El sábado fue un día muy largo en el que tomé fotografías en varios momentos del día. Empecé con el amanecer y una foto fue para E.L.L.A. Luego aproveché para limpiar la casa. Por la tarde fui a clase de diplomado y tuvimos una pequeña práctica de estudio con una pareja, para luego hacer unos montajes. Al regresar de clase atendí un compromiso familiar porque son parte de mis prioridades y, finalmente, tuve la fortuna de compartir el espacio-tiempo con una persona especial. Muy especial. Durante el camino a casa, un tormentón loco hacía casi imposible ver el camino e incluso escucharnos dentro del coche. Pero después de una navegación exitosa, llegamos a mi Fortaleza de la Soledad. Me preguntó algunas cosas sobre mis fotos, lo cual me encantó. Así que decidí explicarle y tomar la fotografía 280 en ese momento, aprovechando la tormenta eléctrica. Aunque no es la mejor fotografía; decidí elegirla porque el lunes me preguntaba si algún día compartiría ese momento, sin saber que, por primera vez, el sábado compartiría el silencio, la obscuridad y la tormenta con alguien especial. Tengo la certeza de que la vida esperó tanto porque quería que ese momento, tan mío, sucediera con la persona exacta. Luego de una larga y amena charla; decidimos ver una película y Mulán fue la elegida. Jamás la había visto y fue toda una experiencia verla a su lado. Verla sonreír y escucharla cantar. Son esos pequeños detalles los que hacen la enorme diferencia. Claro que luego se durmió y me dejó solo viendo pelear a Mulán. Supe que Me estoy enamorando, cuando la vi junto a mí, abrazada a mi almohada; y a pesar del deseo de querer abrazarla, simplemente me limité a suspirar, sonreír y seguir viendo la película. Sé que los últimos años me he asegurado de contener mis emociones mientras me aseguro si la otra persona tiene las mismas intenciones. Pero esta ocasión no me ha importado, a pesar de que sé que es importante que, por ahora, no vayamos en la misma dirección. Pero no me importa. Me siento tan bien, tan feliz cuando estamos juntos, que no me afecta cruzar el punto sin retorno. Acepto mi responsabilidad y estoy dispuesto a abrazar lo que venga.
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