Una semana de aniversario, de aventuras, reflexiones y decisiones. La tercera de una eternidad, sólo espero poder pronto dejar de contarlas. Mientras ese momento llega; contemplo el firmamento con el mismo asombro con el que Ptolomeo lo observó hace más de 1850 años.

Día 190. 11 de marzo de 2021

Hoy terminé de leer el vigésimo libro. Comienzo a creer que voy a reventar cualquier marca anterior. Definitivamente he sentido el peso de mi estilo de vida en estos últimos días. Mi ritmo de lectura se ha reducido bastante.

Este es un libro que había tenido un par de años conmigo, pero lo había estado postergando. Curiosamente, la mayoría del contenido ya lo conocía porque había leído varios de los artículos originales, pero siempre se descubre algo nuevo.

Regularmente leo de pasta a pasta los libros, con prefacios, introducciones, epílogos, glosarios, notas y apéndices. Sin embargo, una tercera parte de este libro son apéndices legales. Estuve a punto de no leerlos, pero… lo hice. Pudo más mi obsesión que mi flojera. Fue una decisión acertada porque descubrí algo que no sabía; según el documento “National Aeronautics and Space Act of 1958. Pub 1. No. 85-568, 72 Stat. 426-438 (Jul. 29, 1958) As Amended”, en su sección 203, inciso (c), índice (10), a la letra dice:

“when determined by the Administrator to be necessary, and subject to such security investigations as he may determine to be appropriate, to employ aliens without regard to statutory provisions prohibiting payment of compensation to aliens;”

En pocas palabras, dentro de sus funciones, el Administrador de la NASA tiene la facultad de emplear aliens ilegales; eso suena a huecos legales que se pueden explotar.

En otras noticias, hoy estuve viendo una película; Greenland. No me gustó, se toman demasiadas libertades. Curiosamente, estas últimas semanas he estudiado mucho sobre polvo estelar, cometas y asteroides de nuestro sistema solar, los famosos NEOs. Según la película, es un comenta que viene de otro sistema solar. Pero todo lo que cae al planeta Tierra, aparentemente, tiene mucha puntería porque se la pasa destruyendo ciudades, cuando cerca del 70% de la superficie del planeta está conformado por océanos. Además, describe que el peor impacto será similar al que extinguió a los dinosaurios. No hay nada confirmado en ese aspecto, pero no creo que nueve meses bajo tierra sean suficientes para que haya pasado el invierno por impacto, eso sin considerar todos los efectos secundarios a causa de que el planeta reciba un 50% de la luz solar. En fin, me ha dado por mirar muchas películas apocalípticas en las últimas semanas. Ninguna me convence.

Día 190. 11 de marzo de 2021

Día 191. 12 de marzo de 2021

Hoy decidí hacer una pausa. Empaqué todo lo necesario y comencé a manejar. Seguí el camino y manejé hasta que el asfalto se terminó. Para hacer esto se debe estar dispuesto a renunciar a las comodidades citadinas.

La intención era calibrar instrumentos durante la primera noche. Mientras lo hacía con el telescopio; coloqué mi cámara y realicé una exposición de más de 15 minutos. Podría haberla dejado una hora al menos, pero necesitaba la cámara en el telescopio; es momento de adquirir una de espectro completo.

Durante la primera noche capturé una gran cantidad de objetos del cielo profundo. Esas fotografías las procesaré con calma y las incluiré en mi portafolio de astrofotografía conforme las vaya terminando.

Quise utilizar esta imagen para este día porque representa el comienzo de un viaje que he elegido emprender. Una sola exposición de quince minutos que refleja el movimiento de la bóveda celeste en torno a Polaris, la estrella del norte.

Frecuentemente menciono que no le tengo miedo a la soledad. Pero cuando me encontré en esa profunda y desconocida obscuridad; experimenté una soledad diferente. Donde cada sonido resulta ajeno. Ninguno de ellos son los sonidos de mi jungla de asfalto que muchas veces me arrullan. Cada animal, cada susurro del viento suena amenazador… al menos, la tensión dura mientras intento armar y desarmar componentes en medio de la obscuridad. Pero cuando finalmente levanto la mirada al cielo… toda esa angustia, todo ese miedo; se disipan… Es hermoso observar las estrellas. La curiosidad de explorar el universo me da la fortaleza para enfrentar mis más profundos temores.

Las condiciones son inhóspitas. Yo, que soy bastante caliente, encuentro difícil soportar el viento helado que congela hasta los huesos. Intento envolverme en una cobija mientras observo por el telescopio. Mi cámara consume sus baterías a un ritmo acelerado. Y, en medio de todo eso, un pensamiento viene a mí. Me habría gustado tanto, pero no es a mí… Estoy nuevamente en paz con mi soledad.

Día 191. 12 de marzo de 2021

Día 192. 13 de marzo de 2021

La segunda noche intenté observar nuevos objetos, pero noté que mi encuadre de M42 la noche anterior no fue el mejor. Decidí tomar una serie más de fotografías de la Nebulosa de Orión. El proceso no es simple. Tomé cerca de 100 fotografías con diferentes exposiciones. De ese conjunto seleccioné veinticinco que finalmente alineé y procesé manualmente. Los colores son capturados directamente por la cámara. La nebulosa tiene un alto contenido de hidrógeno (color rojizo) y oxígeno (color verdoso). Es un verdadero deleite que incluso desde la ciudad había sido capaz de observar, pero en un cielo menos contaminado lumínicamente, el resultado es maravilloso… Y este sólo es el principio.

Día 192. 13 de marzo de 2021

Día 193. 14 de marzo de 2021

La Vía Láctea es una de las grandes maravillas a observar en el cielo nocturno. Por la posición del Sol dentro de la galaxia, es mucho más espectacular en el hemisferio sur. En esta época del año es a penas visible unas horas antes del amanecer. La imagen está un tanto contaminada por una luz cercana, pero no deja de ser espectacular. Definitivamente debo volver a mediados de año que es visible casi toda la noche, sólo espero que el clima coopere.

Estando ahí, bajo la inmensidad de esta galaxia en la que existo, puedo comprender plenamente el sentimiento de Claudio Ptolomeo al escribir en su Almagest:

“Cuando trazo, a mi gusto, los vaivenes de los cuerpos celestes, ya no toco la Tierra con los pies. Me paro en presencia del propio Zeus y me lleno de ambrosía.”

Hoy mi acceso a la información del Cosmos es mayor a la que Ptolomeo tuvo, pero aún así mi entendimiento no deja de tener esa alta dosis de espiritualidad. Yo no necesito a una deidad para llenarme de ambrosía… Me bastan las leyes de la física para asombrarme a cada instante que puedo contemplar el Cosmos. A veces me gusta pensar que los seres humanos somos una de las formas en que el universo se puede comprender a sí mismo. René Descartes dijo alguna vez Cogito, ergo sum. Quizá una perspectiva cósmica de esa reflexión pueda ser Cogitamus, ergo est.

Día 193. 14 de marzo de 2021

Día 194. 15 de marzo de 2021

De vuelta a casa, bastante agotado y con mucho por hacer. Por la tarde me senté un momento en la sala y contemplé el paisaje. La tarde era calurosa, pero había nubosidad y eso me inspiró a crear esta imagen. Una especie de continuidad a mi soledad. Crear paisajes infrarrojos siempre es terapéutico. Creo que empezaré a incorporar técnicas de astrofotografía en mis fotografías infrarrojas y veré que resulta de ese experimento. Quizá pueda crearme un mundo completamente nuevo.

Día 194. 15 de marzo de 2021

Desde hace bastante tiempo, casi un año, que he querido hacer esta imagen del Sol saliendo por detrás de las antenas, desde mi perspectiva. Ha sido una larga espera, pero ha valido la pena. El clima no podía ser mejor. Quizá lo único que hizo falta fueron algunas manchas solares, pero el Sol ha estado muy calmado las últimas semanas. En unos días más el Sol saldrá justo por le Este (sólo lo hace dos veces al año en cualquier latitud diferente al ecuador). El primer equinoccio del año. Quizá pueda capturar esa imagen también. Al menos para saber exactamente dónde está el Este desde mi perspectiva.

Día 195. 16 de marzo de 2021

Día 196. 17 de marzo de 2021

Hoy se han cumplido trescientos sesenta y cinco días desde que fui ordenado a comenzar a trabajar desde casa por medidas cautelares ante la inminente pandemia. Sin duda alguna, me siento como el Capitán del Axioma celebrando el año setecientos de un crucero de cinco años. Hoy celebro trescientos sesenta y cinco días de cuarentena y como cualquier otro día; resulta interesante tomarme un instante para reflexionar al respecto.

Recuerdo una conversación que tuve con una conocida el veintidós de marzo del año pasado. Ella externaba su ansiedad y frustración por la situación. Mencionó que la vida se había detenido, que estaba harta de no poder ver a su familia, de no poder hacer las cosas que quería.

Mi respuesta, a la letra, fue la siguiente: “Yo no lo veo así. Simplemente son condiciones diferentes, pero la vida no se detiene. Está en nosotros hacer lo mejor de la situación que afrontamos. Creo que no es lo que el mundo tiene que ofrecer para nuestro estado de ánimo. Sino lo que nuestro estado de ánimo tiene que ofrecerle al mundo en este tiempo de adversidad.”

He tenido muchas pláticas similares desde entonces con personas que se vieron obligadas a poner un alto en sus vidas. Descubrí que la mayoría jamás se presta atención. Yo he vivido en constante introspección durante, al menos, el último lustro, de tal forma que toda esta situación resultó sumamente cómoda para mí. Acostumbrado a estar solo, a estar aislado, a escucharme, a platicar conmigo; la cuarentena resultaba mi hábitat natural. Así que intenté compartir un poco de esa experiencia con las personas. Las escuché durante horas. De algún modo, todos hemos tenido que enfrentar nuestros demonios tarde o temprano. Quizá sólo es que yo llevaba años entrenando.

Hoy reflexiono en mis propias palabras. No se trata de lo que el mundo pueda aportar, sino lo que yo pueda darle al mundo. Esa ha sido mi actitud desde hace bastantes años. No se trata de recibir; se trata de siempre ofrecer lo mejor que pueda. Un amigo incondicional, alguien dispuesto a escuchar… simplemente estar.

Hacer lo mejor que podamos de la situación. ¿Qué he hecho en este año? Primero, me cambié de trabajo. A dos semanas de la cuarentena, las condiciones en la empresa anterior no me parecieron justas, ni adecuadas. Tres semanas después comencé a trabajar en una gran compañía que hoy me ha brindado todas las herramientas para alcanzar todo mi potencial. Casi un año ha pasado desde entonces. No he puesto un pie en la oficina y no conozco en persona a mi jefe, ni a ninguno de mis compañeros. Lo que más he disfrutado de trabajar desde casa es que dispongo de cuatro o cinco horas extras al día. No hay necesidad de desperdiciar ese tiempo en traslados cansados y tediosos.

Durante este año de cuarentena he leído 31 libros; he tomado 15 clases de MasterClass; 7 cursos de lenguaje corporal; terminé mi diplomado de fotografía en el New York Institute of Photography; enfrenté mis demonios y en el proceso creé un hermoso proyecto fotográfico; pasé largas horas frente al piano y aprendí nuevas melodías; comencé un diario fotográfico; estoy aprendiendo un nuevo idioma; entre muchas otras cosas más (ahí están las cuatro o cinco horas que me ahorro al no tener que trasladarme a una oficina).

Algunas personas me han preguntado cómo hago para hacer tanto. Recuerdo que muchas veces mientras manejaba, tres horas al trabajo y tres más de regreso; solía pensar en todas las cosas que podría estar haciendo en ese tiempo perdido. Todos los días procuro levantarme antes de las 0530 horas y leo entre noventa y ciento veinte minutos antes de comenzar mi día.

No todo ha sido miel sobre hojuelas. En este año perdí a tres familiares ante la enfermedad. He sufrido momentos de ansiedad y estas páginas están llenas de dolor y tristeza. Soy sumamente afortunado de poder trabajar desde casa. Es un privilegio que muchos no tienen. Pienso en mi hermano que ha tenido que salir a trabajar cada día durante este año. Pienso en mis amigos médicos que están en la línea frontal del cambo de batalla contra la enfermedad.

En este año varias personas han elegido dejarme de hablar y yo he decidido dejar de mendigar migajas de amistad. Veo a mi familia y a mis amigos casi con la misma frecuencia que antes, lo cual me ha hecho evidente lo distante que ya era desde antes.

He estudiado el universo como nunca en todo este tiempo y he reflexionado sobre mi lugar en el Cosmos, así como en el sentido y propósito que yo elijo crearle a mi existencia. Quizá lo único que extraño es ir al Palacio de Bellas Artes a ver ballet o tomar mi cámara y manejar por horas y tomar fotos en un nuevo lugar a descubrir (eso podría hacerlo, de cualquier forma, jamás me han gustado los lugares con gente).

Tal vez para el mundo fue un año atípico. Para mí ha sido sólo uno más que he tenido la fortuna de vivir. No me considero optimista, no me gustan las etiquetas. Simplemente creo que mi resiliencia es una consecuencia de mi inagotable curiosidad y escepticismo. Los motores que propulsan la nave de la imaginación en la que me embarco hacia las estrellas.

Estudio tantos temas tan diversos que muchas veces me cuestionan para qué aprendía algo si nunca lo iba a usar. Mi respuesta siempre es la misma: “No sé, quizá un día me resulte útil. Me gusta llenar mi cinturón de herramientas, uno nunca sabe cuando las pueda necesitar.” Este ha sido uno de esos años en los que tuve que echar mano de todas y cada una de esas habilidades, herramientas y conocimiento adquirido con el paso de los años.

Yo no me pregunto cuanto tiempo más faltará. Sólo sé que sin importar cuanto sea, estoy listo para seguir creando lo mejor posible con las oportunidades que se me presenten. Hoy más que nunca me hacen sentido mis propias palabras. No se trata de lo que el mundo pueda ofrecerle a mi estado de ánimo. Sino de lo que mi estado de ánimo puede ofrecerle al mundo.

Día 196. 17 de marzo de 2021

P.S.: I love you

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