La semana 50 fue un interesante viaje a mi interior. Pudo haber sido una semana completa de autorretratos pero el viernes algo más importante se atravesó en mi agenda.
El domingo fue uno de esos días en los que no alcanzan las horas para atender todos los pendientes. La fotografía 344 la tomé en casa de mis padres. Basada en una tarea del diplomado, sólo que no quise utilizar el celular y mejor usé la fotografía original para crear una ventana al pasado, a un tiempo casi 33 años atrás. Sin duda alguna, estas últimas semanas se verán cubiertas por una profunda nostalgia. Justo en el ocaso de mi año… no quiero terminar pero todo proyecto requiere de un punto final.
El lunes llegué a entrenar. De pronto, me puse a pensar que muchas veces hay canciones, películas, lugares, comidas; que nos gustan pero no nos dicen nada. Luego algo en nuestras vidas sucede y cobran completo sentido. Eso pasó este día con una canción. Mientras pensaba todo esto; comenzó a llover y decidí tomar algunas fotos a través de las ventanas salpicadas de agua. Cuando me disponía a bañarme, se me ocurrió hacer algo diferente a lo que he hecho en este proyecto. Opté por ser verdaderamente osado y crear una imagen que rompiera con todo lo que mi trabajo fotográfico representa. Tomé mi action cam y la instalé en la regadera. Me grabé durante el baño y después tomé un still del video para la crear la fotografía 345. La gran desventaja es la baja resolución pero el resultado me gusto bastante. Tal vez, para la próxima, pueda programar la cámara en timelapse y aprovechar los 12 MP que ofrece. Por el momento, quedo satisfecho con el experimento.
El martes la soñé. La fotografía 346 me la encontré iniciado el día. Me disponía a caminar hacia el trabajo pero, antes de partir, suelo mirarme los ojos porque a veces los tengo muy rojos. Mientras lo hacía, la luz del Sol llamó mi atención. La iluminación fue un factor fundamental para elegir la fotografía. Esa luz y sombra en mi rostro; el brillo de un ojo y la penumbra del otro. El dato más curioso del día fue que estuve casi muerto. Suelo medir mi ritmo cardiaco una o dos veces al día. Hoy tuve el mínimo histórico en 52 bpm.
El miércoles fue un día demasiado largo. Miguel Bosé arrancó el día con una canción que me movió. Invariablemente, me hizo pensar en ella. La he tenido muy presente después del sueño de ayer. El trabajo estuvo bastante movido. Mi mente ya divaga con el final de este proyecto y a veces me descubro demasiado emocional en la oficina. Incluso he llegado a llorar. Por la tarde me escribió y sentí murciélagos en el estómago. “Soy humano. Pero uno muy chingón. Demasiado, tal vez.”; fueron unos mensajes que provocaron risas con alguien más. Esas conversaciones siempre terminan llenas de carcajadas por mis frecuentes ocurrencias. Todo por una fotografía que vi. Y, hablando de fotos; la 347 tiene una historia muy divertida. Después de lavar un montón de trastes; decidí sentarme un momento en el sillón a pensar que podría hacer para la foto del día. Mientras lo hacía, recargué mis codos en mis piernas y luego mi cabeza en mis manos. Pensé que si ponía la cámara en el suelo, podría tener una toma interesante. Con la luz del balcón azul, obtendría un intenso azul en la piel y de ahí se me ocurrió eso del Príncipe Azul. Luego me pregunté “¿Y si lloro?”. Entonces sería la muerte del Príncipe Azul. Pero una fotógrafa me escribió para contarme que ha seguido mi Camino a los 33 y la felicidad invadió mi rostro. Así que los intentos de llorar no me convencieron. Elegí una foto que refleja más mi personalidad. Así, sin recordarlo; la derrota del Príncipe Azul se convirtió en la materialización de un comentario que hice en la tarde, sobre la imagen que vi. Es muy probable que por eso se me ocurriera llorar. De algún modo, quería reflejar el dolor de ese instante. Pero no sufro. Acepto la derrota y medito para aprender de ella.
El jueves volví a soñar con ella. Y no podía aparecer mejor canción en la lista de la mañana. La fotografía 348 es una imagen que había tenido en mente desde hace un par de semanas. Entre las múltiples pláticas con la chica maravilla; llegué a mencionar que ambos lados de la fuerza viven en mí, pues así como me he dedicado al bien, también he sido muy capaz para causar daño deliberadamente. Así que hoy decidí reflejar eso en un autorretrato. Al mismo tiempo, es una autorrepresentación de cómo es que abrazo ambos lados de la fuerza, pues como Abraxas; yo soy el bien y el mal.
El viernes fue el día que me tocó trabajar en casa. Atendí algunos pendientes que se había acumulado y luego comí con un amigo. Lo cual abrió la oportunidad para entregar aquellas viejas cartas. Fue lindo mientras duró. Por la noche tenía programada una sesión de fotos con la chica maravilla. Porque fue la única que se atrevió a ayudarme con las fotos de mi proyecto final del diplomado. Aun debo revisar esa sesión para elegir una foto para el montaje. En teoría, pretendía realizar autorretratos toda la semana pero como ahora aprovecho cada sesión que tengo para hacer retratos infrarrojos; entonces decidí tomar algunas con mi cámara IR. Aunque los vestidos utilizados para la sesión de montajes estaban lindos; me atreví a ir a un plano mucho más íntimo. En busca de capturar la esencia de la persona retratada y combinarla con la fantasía creada con la luz IR, en la fotografía 349. Debo seguir mejorando la técnica para sincronizar los flashes Nikon con la cámara Sony. Creo que tengo una idea pero tendré que hacer una modificación al flash de la cámara. Quero generar imágenes sin la luz frontal. Me agrada tener sesiones con personas que confían en mí porque podemos platicar durante la sesión y también después. Los momentos con la chica maravilla ya tienen un patrocinio y, sin duda alguna; es el más adecuado.
El sábado inició con una visita al paraíso. De esos momentos en los que, verdaderamente, el bien y el mal fluyen y existen en mí. Irónicamente, cada día estoy más seguro de que, como dice la canción; “I’m on a highway to hell!” En la noche volví al gran Palacio. Decidí asistir solo al Homenaje al gran Marius Petipa. Después de la última vez que estuve ahí; supe que el ballet no volvería a ser igual. Los dos primeros actos estuvieron llenos de nostalgia y lágrimas. Pero, en el último, logré sonreír. Es tan hermoso el ballet, que aunque nunca vuelva a ser igual y aunque nunca lo vuelva a compartir; siempre encontraré motivos para sentir alegría. La fotografía 350 sólo busca documentar mi regreso al ballet, en solitario. La foto fue tomada desde el mismo lugar que compartimos la última vez. Ese lugar 14 de la primera fila.
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