La semana 43 estuvo llena de melancolía. Tomado por sorpresa; no pude o, sinceramente, no quise hacer mucho al respecto. Hacía tiempo que no me sentí así. No es una tristeza profunda como algunas otras veces he sentido a lo largo de este proyecto. Es una especie de sensación extraña, que aunque no me tiene del todo contento; no me duele. Quizá sólo es la frustración acumulada de un anhelo no cumplido. Como quiera que sea, la semana se ha terminado pero la emoción se sigue arraigando en mi interior.

Todo inició el domingo, un día sumamente feliz. Tuve la dicha de asistir al ballet con esa persona especial. Llegamos tan temprano que pudimos comer antes de la función. Adoro escucharla contarme sus aventuras. Puedo observarla durante horas. Memorizar cada gesto; cada sutil movimiento de sus labios; el brillo de sus ojos. Me encanta cuando reímos por chistes tontos o porque la persona de al lado estuvo a punto de caerse. El ballet siempre llena de alegría mi alma. Hay tanta magia y belleza en él. Pero jamás había sido así. Disfrutarlo a su lado fue una experiencia de otro universo. Sentir sus cálidas manos sujetarse a mi brazo. O el tierno beso en la mejilla, acompañado de esa sutil caricia. Las bromas en los intermedios y los reproches a Manon. Es fascinante descubrir que compartimos cosas tan raras, como esa persona especial diciendo “Me encanta esa fila”, mientras señala el balcón presidencial. “Te imaginas…” me dijo y yo completé “Entrando a Porfirio Díaz”, los dos juntos “Sí, que maravilla”. Después vinieron las 18 cuadras más increíbles y felices de la historia de México. Sin duda alguna, la definición de un domingo perfecto. Uno de esos días que deseas que no termine. La fotografía 295 es el interior de la sala principal de ese grandísimo Palacio; donde la magia ocurre y se manifiesta.

El lunes fue un día largo y aburrido. Aunque tenía fotografías del amanecer, esas regularmente son para E.L.L.A. Así que al llegar a casa tomé la botella de mezcal que me heredaron el viernes pasado. Miré el gusano con curiosidad y agité un poco la botella para ver sus burbujas. Fue cuando noté cómo el gusano flotaba a la deriva. Justo como yo me sentía por una extraña y desconocida razón. Tomé la cámara y capturé la fotografía 296 para conservar ese momento de reflexión.

Estamos en una sala de juntas trabajando. Hay una persona al frente llevando la reunión. A mi derecha está un amigo, luego otro hombre que no reconozco, después de ellos se encuentra mi ex novia. A mi izquierda está una amiga y después otra mujer; ella, es ella. De pronto entra la innombrable y se sienta junto a ella. Detrás entra un joven; no ese joven. Es un joven que presumiblemente trabaja con la innombrable. En la junta estamos revisando un tema y, de pronto, se hace un silencio largo, de esos incómodos. Porque en cuanto veo que la innombrable se sienta a un par de lugares de mí; me alejo de la mesa. Yo estaba recargado en mis codos, muy atento a la junta y en cuanto se sienta y noto que hay línea directa entre nuestros respectivos campos visuales; me recargo en el respaldo de la silla y la empujo ligeramente hacia atrás para bloquear, con las dos personas que hay entre los dos, cualquier posibilidad de visión. Algunos de los presentes notan la tensión y sólo mi gran amigo, que está a mi  derecha, entiende mi reacción. Noto que el tipo de al lado le pregunta qué pasaba y es en ese momento que me doy cuenta que mi ex novia está muy sonriente al lado de ellos dos. El silencio sigue y la innombrable, como la jefa que es, dice “Yo tengo mucho trabajo, si me necesitan estaré en…” mientras se levanta, el joven con quien llegó hace lo mismo; la innombrable pasa detrás de mí y coloca su mano izquierda sobre mi hombro derecho. “Erik, me da gusto verte” se inclina para saludarme pero yo no hago nada por saludarla. “Entiendo. Está bien.” me dice y continúa su camino hacia la puerta. Yo me levanto y me interpongo entre ella y el joven que la sigue. La alcanzo justo en la puerta, con mi mano derecha la tomo del brazo izquierdo “Necesito hablar cinco minutos contigo” le digo mientras salimos juntos de la sala. Nos metemos a la oficina de al lado que se encuentra vacía. El dueño de la misma se acerca y nos dice “Hey! What’s up? This is my office.” Volteo a verlo a los ojos “I need just two minutes with her”, mientras cierro la puerta. El hombre solo responde “OK”. Volteo a verla y pregunto “How are you doing?”. Se abraza a mi cuello. La abrazo. Ella tan delgada como siempre. Y con la voz cortada al borde del llanto me dice “Y pensar que creí que iban a mejorar las cosas”. Después de una breve pausa continuó “Nos casamos dos veces.” Sutilmente comencé a salir del sueño. Quise abrazarme a ella. Mientras recobraba la conciencia dije “No te vayas. No te vayas”. Pero aun así desperté para iniciar el martes. Recuerdo su vestido blanco; hermoso y elegante; usaba tacones y el cabello ligeramente más claro de lo que recuerdo que solía usar. Lo intrigante de este sueño es que llega exactamente 20 días después de haber soñado que me decía que se casaba. Después de tantos años sin un solo incidente; en tres semanas han ocurrido dos. Después del sueño recordé que el día anterior fue su cumpleaños. De esas cosas que se olvidan con el paso del tiempo. Solamente puedo pedir por que sea feliz, muy feliz. Porque yo lo soy. La fotografía 297 es un autorretrato para recordar que este día volví a tener una pesadilla.

El miércoles fue el cumpleaños de la segunda mujer más importante en mi vida y aunque tiene mucho que no nos vemos; me aseguré de felicitarla desde temprano. Todo el día estuve en casa trabajando y atendiendo algunos pendientes. Al terminar mi turno, me puse a tomar unas fotografías macro en lo que esperaba la hora para ir por esa persona especial. Tomé varias canicas y realicé fotos a mano alzada. Honestamente, no estaba de ánimo para poner todo el estudio. Conforme fui fotografiando, me di cuenta de varias imperfecciones en las canicas y fue ahí donde centré mi atención. Entre todas las canicas y todas las fotografías, elegí la 298 porque tiene cierto grado de abstracción que llega a confundir. Si se observa la imagen sin ningún contexto, probablemente costaría saber exactamente lo que se está viendo. A veces incluso imagino un insecto atrapado. Al final, la imagen me recuerda las cicatrices de mi propia alma y como es que a veces creemos que ya luce fea, cuando una cicatriz tiene la belleza de guardar el recuerdo de lo vivido. Después fui por mi persona especial. Trabajamos un buen rato. Vimos el Circo de las Mariposas. Me encanta verlo. Me recuerda que es importante centrarme en las cosas bellas de la vida y de las personas, como regularmente lo hago. Después vimos una parte de Blanca Nieves y los Siete Enanos. Gruñón es mi favorito; con frases como “¿Ángel? ¡Bah, es una mujer! Y todas son veneno. Llenas de remilgos femeninos” o “Parecen viejas locas de sociedad con su bubudu, bubudu, bubudu”, me hizo reír bastante. Ese momento de unión le da mucho sentido a los días. Simplemente sentarnos a compartir las cosas que nos gustan, descubrir un poco más cada vez. Sin duda alguna es fascinante conocer a alguien. A veces basta mirar una película abrazados por unos minutos para desbordar de felicidad. Sin preocuparnos demasiado, volvimos a saltar juntos el día.

El jueves lo inicié con esa persona especial entre mis brazos. Eso siempre será fantástico. Aunque hubo un último abrazo antes de partir, siento que debí contener las ganas. Pero no pude evitarlo… será mejor trabajar en eso y aprender a contener mis impulsos. El resto del día fue algo rutinario. Luego la lluvia complicó el regreso a casa. Llegué bastante tarde y mientras lavaba los trastes, pensaba en que fotografía hacer, el tiempo se me agotaba. Recordé que tengo un juguete que proyecta un láser y me puse a jugar con eso. Utilicé un “gis” para hacer rayas. Muchas fotografías tomé pero elegí la 299 porque me hizo sonreír en cuanto vi que la había hecho bien. El problema de pintar con luz es que, regularmente, no se tienen claros los límites del lienzo y tengo un pulso de maraquero.

Había tenido una emoción atorada toda la semana y el viernes se manifestó. No es tristeza, de eso estoy seguro. Creo que es más un poco de melancolía, más en su término médico. Con la nostalgia no tengo problema; la disfruto, me inspira. Pero la melancolía drena mi energía. El origen lo tengo claro: Quiero un abrazo. Pero no un abrazo cualquiera. Es un abrazo único; especial. Es un abrazo en el que puedo fundirme. En donde la fuerza del abrazo une todas las piezas y, por un instante, las heridas dejan de sangrar. Es uno de esos abrazos que te calientan el corazón, que te lo aceleran, en los que te cuesta respirar porque las respiraciones se sincronizan, porque los pechos se inflaman como si ambos corazones se quisieran acariciar. Uno de esos abrazos que te recuerdan que eres amado y entonces nada más importa. Te puedes quedar ahí, entre esos brazos por una eternidad. Son el tipo de abrazos que yo doy. Sólo que a veces es bueno recibir uno sin pedirlo. Que me agarre por sorpresa, cómo hace un par de semanas una prominente estudiante de ingeniería me sorprendió. Quizá sólo es la frustración de un abrazo interrumpido; la frustración de no recibirlo de alguien especial; la frustración de querer embonar a fuerza donde no soy compatible, donde no encajo. De eso habla la fotografía 300. Invariablemente, sé a dónde me llevará todas estas emociones.

El sábado no había dormido. Algo en el trabajo salió mal el viernes por la noche y terminé cerca de las 0400 hrs del sábado. No hice tarea y para antes del amanecer ya estaba harto de la vida. Aun así, me aseguré de cumplir con mi deber. Al principio del día no tenía idea de que haría para la última fotografía de la semana, pero algo se me ocurriría. Me fui temprano para imprimir mis fotos pero estaba tan cansado que olvidé la memoria USB. Fue entonces cuando decidí cumplir mis compromisos de emisario por el Centro Histórico de la Ciudad de México. La fotografía 301 salió de la práctica realizada durante la clase del diplomado. Es un tributo a Peechaya Burroughs, uno de las autoras estudiadas durante este módulo. La idea es simple: la nube que me sigue a todos lados. Decidí atender mis compromisos sociales, para entonces ya se acumulaban cerca de 40 horas sin dormir. Y descubrí que no hay nada más alentador que escuchar un “Mejor ya no hubieras venido”; justo después de salir de mi área de confort y comprometer mi integridad física en el proceso, sólo para verla un momento. De algún modo, jamás dejaría pasar una oportunidad para obtener información. Lo cierto es que todo esto me permite saber que mi daño es permanente. Ya no soy alguien apto para la sociedad. Es un hecho que toda mi vida he carecido de interés por lugares así pero ahora, sin importar si estoy en medio del trabajo, de la escuela, de un viaje o de una fiesta; encuentro la forma de estar solo. Ya lo dijo el tanatólogo Hurtadito “Estoy rodeado de muertos y aun así me siento solo” Ya sólo me queda hacer lo que siempre hago en estos casos… continuar aislándome del mundo, cada vez más lejos, cada vez más inmerso en mi propio universo. Creo que hace demasiados años crucé el punto sin retorno y es momento de dejar de mirar el mundo al que jamás he pertenecido. Sin importar los anhelos que aún me llegan a cautivar al mirar su sonrisa.

 

295/365 Donde La Magia Ocurre. Centro Histórico, Ciudad de México, México. 25 de junio de 2017, 19:37 hrs.

f/3.5
1/25 sec.
ISO-3200
16 mm
SONY ILCE-6000
296/365 Hasta El Fondo. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México. 26 de junio de 2017, 22:57 hrs.

f/5.6
1/60 sec.
ISO-100
36 mm
SONY ILCE-6000
297/365 No Te Vayas. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México. 27 de junio de 2017, 23:22 hrs.

f/3.5
1/60 sec.
ISO-200
16 mm
SONY ILCE-6000
298/365 Núcleo Dañado. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México. 28 de junio de 2017, 19:46 hrs.

f/8
1/100 sec.
ISO-800
40 mm
Nikon D7100
299/365 Tiza Luminosa. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México. 29 de junio de 2017, 23:03 hrs.

f/11
30 sec.
ISO-100
18 mm
Nikon D7100
300/365 Incompatible. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México. 30 de junio de 2017, 18:45 hrs.

f/5.6
1/60 sec.
ISO-100
18 mm
Nikon D7100
301/365 Lluéveme. Centro Histórico, Ciudad de México, México. 1 de julio de 2017, 17:12 hrs.

f/5.6
1/60 sec.
ISO-200
22 mm
Nikon D7100

 

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