Si no han leído ninguna de las semanas anteriores de este proyecto; no pierdan su tiempo. Es a partir de esta semana que realmente muchas cosas interesantes han comenzado a surgir de mi mente. Pero es normal, suele tomar tiempo crear el sentido correcto. Sólo es cuestión de establecer hipótesis, someterlas a prueba, descartar las que no sobreviven al escrutinio y seguir la evidencia a donde sea que me lleve… así comienza la historia de esta semana.
Día 246. 6 de mayo de 2021
Hoy desperté con una profunda sensación de hartazgo de mí mismo. Mientras transcribía mi diario hacia la publicación del blog semanal (Semana 35), simplemente no pude soportar tanto lloriqueo. Como si en algún momento y en algún lugar me hubiera perdido; hubiera olvidado tantas cosas de mi y de quién he elegido ser.
Darwin me enseñó que no soy tan diferente a otras creaturas vivientes en este planeta, y Freud me enseñó que mis procesos mentales no son tan racionales y lógicos como me gustaba creer. Pero hay algo maravilloso de este desmantelamiento de mie ego. Si no hay nada especial sobre la Tierra, si sólo soy parte del continuo de la naturaleza, entonces no hay nada especial sobre las leyes que descubro en y a partir de este planeta. Estas mismas leyes seguramente aplican en cualquier otro lugar, empoderándome para explorar y decodificar la totalidad del universo conocido, a través del espacio y, posiblemente, a través del tiempo mismo.
Armado con ese pensamiento; llegué a la conclusión de que no quiero pasar más tiempo haciéndome preguntas no tienen ningún significado físico. ¿Cuál es la temperatura del amor? ¿A qué sabe el color rojo? ¿Por qué no fui suficiente para ella? Todas son oraciones legítimas en el idioma español, con sustantivos y verbos en los lugares correctos, pero no tienen significado físico. No hace ningún sentido preguntar ¿qué hay al norte del Polo Norte? Por eso, hoy he decidido dejar de desperdiciar mi tiempo con preguntas absurdas, cuando hay tantas preguntas tan interesantes que aún me puedo hacer. ¿Cuál es mi lugar en el universo? ¿Cómo sé que sé lo que sé? ¿De qué está hecho el universo? ¿Qué es la vida? ¿Cómo terminará todo? ¿Cuál es el propósito de la vida en un universo sin propósito?
Probablemente no seré capaz de responder todas estas preguntas, pero lo importante no es cuántas preguntas puedo responder, sino cuántas preguntas con sentido soy capaz de formular. Hoy he recordado lo hermoso y emocionante que es tratar de formular esa pregunta que aun ni si quiera sé que puedo hacer, porque mi conocimiento no me alcanza para formularla.
La foto de hoy pretende capturar este sentir, esta inagotable curiosidad por entender mi lugar en el universo y, para ello, necesito comprender cómo funciona. Una de las manifestaciones más extrañas del universo, sin duda alguna, es la física cuántica. Las partículas se comparten como partículas y como ondas. Este comportamiento tan poco intuitivo fue descubierto realizando un famoso experimento en el cual se lanzan electrones a través de una placa con dos rendijas. Yo no tengo forma de emitir electrones, pero el experimento funciona con fotones y la forma más fácil de reproducirlo es con un láser.
Al proyectar el láser a través de las dos rendijas, en lugar de sólo ver las dos líneas por las que podría pasar el láser, si los fotones fuera como balones de fútbol; lo que se obtiene es un patrón de interferencia. Como si una ola de agua pasara a través de las rendijas y generara dos ondas donde hay interferencia constructiva y destructiva.
Siempre me resultó fascinante leer sobre este experimento. Al principio no podía comprenderlo del todo, pero con el tiempo y mis estudios sobre física cuántica; logré entender la teoría detrás. Sin embargo, realizarlo y observarlo con mis propios detectores; es una experiencia sensacional. ¿Por qué sucede? No lo sé. Y nadie lo sabe realmente, pero esta propiedad en el mundo de lo muy pequeño es lo que sustenta la teoría que mejor describe del universo que experimentamos y que nos permite hacer predicciones con exactitud.
Y, hablando de exactitud, ¿cuál es la diferencia entre exactitud y precisión? Imaginemos un reloj digital capaz de desplegar tiempo a una centésima de segundo; ese reloj es preciso. De hecho, es mucho más preciso de lo que cualquier persona alguna vez necesitará en su vida. Pero supongamos, sólo supongamos, que el reloj está adelantado seis minutos y nadie se dio cuenta. Ese será un reloj altamente preciso, pero completamente inexacto. En la ciencia primero buscamos exactitud: ¿La respuesta es correcta? Después tratamos de mejorar esa exactitud haciendo que las mediciones sean cada vez más precisas.
Día 247. 7 de mayo de 2021
Los amaneceres y las noches han estado bastante nublados. Anoche pensaba desmontar el telescopio, pero se vino a mi mente una idea. Hace tiempo que quería construir un espectroscopio casero, pero jamás lo hice. Pero semanas atrás compré unos prismas para mis sobrinos y no se los he dado, así que tuve la oportunidad de usarlos.
Por la mañana esperé a que el Sol estuviera por encima de la nubosidad, unos veinte grados por encima del horizonte. Primero alineé el telescopio usando el filtro UV para proteger mis ojos, pero una vez hecho, simplemente lo quité y desmonté la parte trasera. La idea fue concentrar la luz del Sol en un punto específico, como se suele hacer con una lupa para quemar cosas. Coloqué un prisma en ese punto de foco y sólo lo tuve que rotar para crear la refracción correcta.
Tuve que usar un cojín para generar sombra en la pared y el espectro tuviera mayor contraste. El círculo a la derecha de la imagen es la proyección del Sol a través del telescopio, esa sombra es la que usé para seguir alineando el Sol sin necesidad de poner en riesgo mi vista. En el encuadre no se ve, pero compartí una imagen en una historia de Instagram, donde se ven las sombras obscuras de los prismas. Es muy interesante que algo transparente proyecte una sombra casi completamente obscura, pero es bastante obvio cuando se comprende el concepto de refracción.
En el espectro (arcoíris) se ven unas pequeñas bandas obscuras fuera de foco. Mi primer pensamiento fue que mi instrumento (prisma) estaba defectuoso. Es un prisma para niños, entonces es acrílico y es probable que tenga impurezas. Por eso decidí poner el segundo prisma a un lado y, para mi sorpresa, las bandas parecen estar en la misma zona. Lo cual me lleva a pensar que quizá logré fotografiar espectro del Sol. Necesito conseguir un prisma de laboratorio (ya viene en camino) y repetir el experimento, pero de confirmar el resultado; podría decir que he logrado hacer la transición de astrónomo aficionado a astrofísico entusiasta.
El espectro de cualquier cuerpo negro (Blackbody Spectrum) es el espectro de luz que emite cualquier objeto con temperatura por encima del cero absoluto (0 K), y no revela la composición química del cuerpo, es como una huella dactilar. El Sol está compuesto por 92% Hidrógeno y 8% Helio, y una diminuta porción de otros elementos comunes que encontramos en la Tierra. El espectro de emisión del Sol nos revela esos otros elementos. Se llama espectro de emisión porque lo que observamos es la radiación directa emitida por la fuente.
Una vez que llegue mi nuevo instrumento, también comenzaré a tratar de capturar el espectro de otras estrellas y cuerpos celestes.
Día 248. 8 de mayo de 2021
Hoy me levanté antes de las cero quinientas horas para observar la Luna menguante, pero había bastantes nubes, así que me puse a leer y, cada vez que pasaba frente al balcón; buscaba la Luna. Eventualmente superó la nubosidad y logré tomarle algunas fotos. Después simplemente me quedé observándola, notando su textura, sus cráteres, comprendiendo la luz, la sombra… y en medio de ese tren de pensamientos; pensé en ella. Durante las últimas semanas mi reacción automática ha sido forzarme a pensar en otra cosa, pero esta vez decidí no hacerlo… dejé mi pensamiento seguir. Fue entonces cuando me pregunté ¿qué tan libre soy de elegir mis pensamientos, mis deseos, mis intenciones… mis acciones?
Hace treinta y tres meses que fui obligado a iniciar un viaje que no esperaba tener que hacer, que no quería hacer y que, definitivamente, no estaba lista para hacer. Treinta meses atrás me encontraba en un lugar similar al que me encuentro hoy. Un tanto peor, de hecho. Así que me pregunté ¿acaso no aprendiste nada? Y lo cierto es que aprendí mucho, quizá demasiado. Ese viaje me llevó a adoptar una perspectiva cósmica y a construir mi filosofía a partir del naturalismo poético.
Todo este tiempo he hablado de elegir, de ser yo quien crea sentido y propósito a cada uno de mis días, pero hay un límite al sentido que se le puede dar al sufrimiento. Llega el punto en que las preguntas inútiles y sin sentido son demasiadas y comienzan a ganar la batalla. Hay quien me dice que estoy viviendo lo mismo porque aun no aprendo algo que la vida me tiene que enseñar, pero… el universo no tiene un propósito, al universo no le interesa si sufro o no, el universo no me juzga, al universo no le importo. Entonces no creo que sea algo que “debo” aprender.
En el último año he aprendido a trascender mi intrínseco egoísmo humano y eso potencializó mi capacidad de ser más empático y compasivo. En las últimas semanas todo eso se ha visto amenazado por mi absurda obsesión de querer dejar de amarla… creo que es momento de dar el siguiente paso y aceptar que el libre albedrío no existe, ni si quiera es una ilusión, no hace ningún sentido. Finalmente aceptar que el libre albedrío no existe; me ha liberado.
Llegar a esa conclusión es, hasta cierto punto, simple. Yo sé que es un tema delicado que puede herir susceptibilidades, así que la decisión inteligente puede ser saltarse los siguientes párrafos hasta la próxima fotografía, pero si se cuenta con una mente abierta y una curiosidad suficiente, entonces esta es parte de la forma en que he llegado a esta maravillosa y liberadora conclusión.
Mi percepción inicial de libre albedrío, así como la de la mayoría de las personas, es que tengo la capacidad de elegir A o B. Estudié ingeniería, pero bien pude haber estudiado arte. Hoy comí helado de queso con zarzamora, pero pude haber elegido de nuez. Y va acompañado de una ferviente creencia de que si fuera capaz de rebobinar la película de mi vida y reestablecer el universo exactamente como estaba en el momento que elegí besar a esa persona; realmente tenía la libertad de elegir no hacerlo.
Los sucesos y experiencias que vivimos, las causas y los efectos de lo que experimentamos sólo pueden desenvolverse de una de dos maneras. Deterministicamente o aleatoriamente, y en ninguno de los dos casos es lo que, en algún momento, yo entendía por libre albedrío. Mis estudios en física cuántica me ayudaron a cuestionar esa creencia inicial.
Ahora, otro problema enorme es que al creer que yo tengo libre albedrío, automáticamente, de forma inconsciente doy por hecho que las demás personas también lo tienen. Y, entonces, si alguien me causa daño deliberadamente; pienso que tuvo la elección y debió haber elegido diferente. Pero ¿qué tan cierto es eso?
Yo no controlo conscientemente a mi corazón, no le digo que bombee sangre por mis venas, ni tampoco puedo ordenarle que se detenga. No soy consciente de cómo mis células se dividen y sintetizan proteínas para generar energía. Y ¿qué hay de mis pensamientos? Realmente no sé cual será mi siguiente pensamiento hasta que ya lo he pensado y lo he notado. Entonces, ¿qué tan libre de elegir mis pensamientos, deseos, intenciones y acciones? Todo parece indicar que todo eso se manifiesta en mi cerebro a partir de la interacción entre los átomos que lo conforman y yo simplemente los noto.
Reconozco que hay diferencia entre acciones voluntarias e involuntarias. Las primeras son estructuradas por intención y expectativa. Mi cerebro produce un modelo de lo que está a punto de suceder y si el modelo es violado; lo noto. Una acción involuntaria a veces no se puede disuadir. Pero el punto es que, al final, yo realmente no estoy eligiendo. Es la manifestación de una intención en mi cerebro, la cual noto y entonces llevo a cabo tal acción.
Pensé, ¿cómo puedo hacer un experimento mental para falsificar esta hipótesis? Imaginé lo siguiente. Un día caminando por un bosque, mientras tomo fotografías; aparece un hombre con un machete y me corta una mano. Mi pensamiento automático sería pensar que el tipo, deliberadamente eligió mutilarme. Pero hay casos documentados de personas con algún padecimiento neurológico que no les impide discernir entre acciones morales e inmorales. Pero yo no conozco su condición mental y vivo el resto de mi vida sufriendo y despreciando a la persona; odiándola por haberme causado daño cuando pudo y debió haber elegido de forma diferente.
Después, me dije lo siguiente: imagina el mismo escenario, pero en lugar de ser un ser humano con un machete; es un oso el que me arranca la mano. ¿Cuál es mi sentir ahora? El oso simplemente está siendo oso. No tiene libre albedrío, no es capaz de elegir hacerme daño o no hacerlo. No tiene uso de razón. Es probable que incluso me sienta afortunado porque sólo se comió mi mano, cuando bien me pudo haber matado. En este escenario, probablemente viviré de una forma diferente el resto de mi vida, en la que el odio y el desprecio ni si quiera aparecen como una posibilidad.
Además, yo no elegí a mis padres, por lo tanto, tampoco elegí mis genes. No elegí ni el lugar, ni el tiempo, ni la sociedad en la que nací. Si en todo eso que básicamente determina quién soy, no tuve elección, ¿qué me hace pensar que puedo elegir sobre todo lo demás? Y aún si creyera que existe algo como un alma; esa tampoco la elegí yo. Y aquí es donde pueden cuestionarme “¿y qué hay de lo espiritual?”. Pero yo voy incluso a una pregunta más fundamental ¿cuál es el origen de mi espiritualidad? Y, como yo lo he mencionado antes, mi espiritualidad yo la encuentro en la capacidad que la ciencia me otorga para medianamente comprender el universo que experimento. Y eso significa que soy capaz de seguir la evidencia a donde quiera que me lleve. Y la evidencia en ningún momento sugiere que fui consciente antes de mi nacimiento, por lo tanto, no puedo determinar que tuve elección en lo que sea que aconteciera antes de ese momento.
Si después de una reflexión profunda y respaldado por la neurología llego a la conclusión de que yo soy incapaz de controlar o decidir y, en consecuencia, acepto que el libre albedrío no existe; entonces las demás personas tampoco son capaces de decidir, simplemente no tiene elección y sólo experimentamos las causas y efectos de lo que logramos notar.
Eso simplifica las cosas para mí. Yo no tengo elección, no tengo la opción de dejar de amarla. De la misma forma que ella no puede amarme a mí, simplemente porque no tiene la posibilidad de elegir hacerlo. Ella no eligió negarme una oportunidad, no eligió hacerme daño… simplemente estaba siendo ella. Al entender esto, soy capaz de ser más compasivo, más empático… De entender que no puedo elegir dejar de amarla. Y, entonces, ya no tengo la urgencia por hacerlo. Al contrario, me siento afortunado por todas las cosas hermosas que experimenté durante ese tiempo.
Habrá que observar los siguientes días, pero si antes ya había dejado de sentirme miserable, quizá a partir de hoy deje de sentirme desdichado. Si hoy ya no hablamos, no es porque ella haya elegido dejar de hablarme, simplemente es lo que experimento con esta configuración específica de causas y efectos.
Hay mucho más análisis y pensamientos detrás de esta reflexión. Y, sin duda alguna, requiere mucho mayor investigación, pero los detalles los podemos discutir uno a uno, por ahora me basta decir que estos son los pensamientos que noto cuando observo la Luna justo antes del amanecer. Ahora sí… a comenzar el día…
Día 249. 9 de mayo de 2021
Hoy terminé de leer el vigésimo cuarto libro. De alguna forma, ha sido el responsable de mi renovada alegría por investigar y hacer experimentos (incluyéndome a mí como sujeto de investigación). Es un libro tan fácil y emocionante de leer que permite aprender muchas cosas del universo (en mi caso; recordar). Me fascina descubrir nuevos detalles que completan zonas difusas de mi entendimiento.
Por ejemplo, saber que de ochenta a cien toneladas es la cantidad de material espacial que cae a través de la atmósfera de la Tierra cada día, puede parecer irrelevante; hasta que caigo en cuenta que el suplicio desesperado por salvar a la Tierra resulta un tanto absurdo… La Tierra va a sobrevivir incluso impactos masivos de asteroides; sobrevivirá cualquier cosa que le lancemos. Pero la vida en la Tierra no.
De igual forma, me ha recordado que el sentido en mi vida no debe ser únicamente la búsqueda de respuestas, sino disfrutar del placer que representa plantear las preguntas mismas. Y, como he mencionado antes, preguntas con significado físico. Eso no significa que a veces no se me ocurran preguntas curiosas y existenciales como… ¿qué pasaría si Pinocho dice “mi nariz está a punto de crecer”?
Pero qué tal preguntarme cómo acabará el universo. Imaginar esas escalas de tiempo sobrepasa cualquier capacidad e intuición humana, pero hoy comprendo que no terminará con una explosión, sino con un suspiro. No en fuego, sino con frío. No con la luz, sino en completa obscuridad.
Muchos de nosotros aborrecemos la incertidumbre sin comprender verdaderamente su utilidad. El principio de incertidumbre de Heisenberg no revela un hecho mágico y espeluznante del universa. En cambio, expresa una limitación fundamental en el acto de medir, que se manifiesta con más fuerza en el mundo de las partículas pequeñas. La razón por la que no se puede conocer la ubicación y la velocidad de una partícula al mismo tiempo es que el acto de medir una de ellas interrumpe la capacidad de medir la otra.
Es como intentar sacar una moneda que se deslizó entre los cojines de un sillón. A medida que se intenta alcanzarla, el grosor de la mano separa los cojines un poco más, lo que permite que la moneda se deslice más lejos de nuestro alcance. El acto de alcanzar la moneda hace más difícil alcanzarla realmente.
Otra cosa que nos ha enseñado la física cuántica es que no se puede saber lo que no se puede medir. Así que la intuición de Heisenberg fue elevar (con éxito) estos hechos prácticos a un principio del universo.
Sin duda alguna este libro ha traído un nuevo rayo de luz a mi mente. Ciencia al servicio de la comunidad. Las personas a menudo se sorprenden cuando les digo que es ahí, en los principios fundamentales que la ciencia nos ofrece del universo; donde encuentro mi espiritualidad.
Lo divertido de llegar al límite de nuestro conocimiento teórico, es que nos vemos obligados a emular la técnica de los cartógrafos medievales que, cuando llegaban al final de los territorios conocidos, escribían en el borde del mapa “Aquí hay dragones” y se iban a casa… ¿A quién no le emociona una aventura donde existe la posibilidad, no sólo de ver dragones, sino de enfrentarlos y derrotarlos, y así lograr expandir los límites del entendimiento humano?
Día 250. 10 de mayo de 2021
La técnica básica para saber si un sartén, hoy o cacerola están a temperatura adecuada; es colocar la palma de la mano cerca de la superficie caliente. Pero qué necesidad hay de utilizar una técnica tan rudimentaria y un tanto estúpida. Exponer la piel a una posible quemadura no me resulta algo inteligente de hacer.
Así que yo utilizo la física para averiguar la temperatura de un recipiente. Por eso es importante poner atención en las clases de matemáticas y ciencias. Eso de “¿de qué me sirve aprenderlo si nunca lo voy a volver a utilizar?”, es la estupidez más grande que una persona con estudios puede decir.
Cuando se calienta un recipiente muy por encima de cien grados Celsius; si una gota de agua es puesta sobre dicha superficie, entonces comenzará a “brincar”. La razón es porque al entrar en contacto con la superficie y caliente, una capa aislante de vapor es producida entre el líquido y la superficie; eso impide que se evapore rápidamente, a este fenómeno se le conoce como efecto Leidenfrost y es mucho más impresionante cuando nitrógeno líquido es derramado sobre el piso. Pero a falta de nitrógeno líquido; Orbeez y una cacerola caliente funcionan. Además, hay otro fenómeno muy notorio, pero ese lo explicaré con otro experimento aún más sorprendente.
Día 251. 11 de mayo de 2021
Hoy decidí escarbar en mi calabozo para sacar unas cajas de Lego que tenía por ahí escondidas. También encontré un espejo que ya no usé para unas fotos. Uno de ellos lo rompí para hacer un gran autorretrato, pero el otro estaba intacto y ese servirá.
Eso de ser acumulador a veces tiene sus beneficios. Hace tiempo tiraron uno de los cuadros de mis fotos y se rompió, pero jamás tiré el vidrio, aunque estaba todo despostillado, así que también servirá.
Me tomó tiempo encontrar el cortador de vidrio, pero sabía que tenía uno porque lo use para romper el espejo de aquel autorretrato. Ahora sólo espero poder construir lo que tengo en mente con las piezas disponibles, porque son bastante especializadas.
Día 252. 12 de mayo de 2021
Hoy construí la primera versión de mi interferómetro casero. Definitivamente necesito una base para poder fijar los componentes a distancias específicas.
Pero como alguien me preguntó, ¿qué “bleep” es un interferómetro? Es una herramienta de investigación utilizada en múltiples campos de la ciencia e ingeniería. Se llama así porque mezcla dos o más fuentes de luz para crear un patrón de interferencia (ver primera imagen de esta semana), el cuál pude ser medido y analizado.
Y… ¿para qué sirve?, me preguntó alguien más. Tiene muchas aplicaciones; en algunos casos puede usarse para alinear espejos de telescopios o para identificar variaciones en superficies (mi experimento reveló lo irregular que es la barra del bar, a pesar de lo plana y lisa que se percibe) o, en el caso particular de LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory); permiten detectar ondas gravitacionales producidas por los fenómenos más violentos y maravillosos que ocurren en el universo, las colisiones de agujeros negros o estrellas de neutrones.
Mi modelo, al cual llamaré LIHO (Laser Interferometer Homemade Observatory); está compuesto por un láser, un separador (¿recuerdan el vidrio despostillado?) que divide el láser en dos y los envía en direcciones diferentes con un ángulo recto entre ellos. Los dos láseres son reflejados por el espejo al final de cada camino y vuelven a ser unidos en el vidrio. El resultado es proyectado en un detector, en este caso un pedazo de papel blanco. Si todo estuviera perfectamente alineado, la cruz de luz debería ser formada por un solo rayo, pero es evidente que todo está muy desalineado por los múltiples rayos visibles en las diferentes trayectorias. El siguiente objetivo es hacer un interferómetro del tamaño de mi departamento. ¡Es momento de remodelar!
P.S.: I love you