Un mes más se ha ido y yo sigo intentando calcular nuestro periodo orbital; mientras lo hago puedo disfrutar de vuestro perimelasma. Y, en el proceso, las llamadas nos llevaron por un viaje enorme de recuerdos que inspiraron la mayoría de las imágenes que conforman esta semana.
Día 148. 28 de enero de 2021
La primera Luna llena del año. Aunque estuvo un poco nublado, se dejó observar en todo su esplendor. No es posible verlos con ningún telescopio terrestre, pero me gusta buscar los lugares donde las misiones Apollo alunizaron. Estoy intentando aprender los nombres de los mares y cráteres de la Luna, sólo porque sí.
Una imagen de un atardecer llega a mi celular mientras observo la Luna; respondo con una fotografía de mi observatorio. La Luna nos ha unido siempre; justo tres años atrás sosteníamos juntos la primera Luna llena del año. Ese recuerdo me hizo pensar en esa canción que hoy hace tanto sentido y, lamentablemente, resulta tan cierta.
Día 149. 29 de enero de 2021
Hoy hice una pausa para leer el décimo segundo libro documentado en este proyecto. Es un libro fotográfico de un proyecto bastante interesante. De algún modo me resulta muy familiar. Es un tema del que soy sumamente consciente y me agrada contemplarlo desde perspectivas diferentes. Aunque la historia detrás de este libro es bastante curiosa. Es un regalo que tardó meses en llegar a mí, y justo unos días atrás su destinatario final decidió dejarme de hablar. Tuve la fortuna de disfrutar este libro antes de enviarlo a su destino final.
Día 150. 30 de enero de 2021
Hoy mi día comenzó con una llamada telefónica. Me encantan esas noches en las que hablamos hasta quedarnos dormidos y la línea se queda abierta. Es como dormir juntos por ese instante. Lo bello de esas largas llamadas son los diversos temas que fluyen. Recuerdos e infancia han sido parte de esas conversaciones y hoy mientras visitaba a mis padres, recordé parte de esa conversación. Así que decidí pedirle a mi madre prestado este portafolio que me hizo para guardar todos mis trabajos del kínder. Lo ha conservado por más de treinta años. De cierto modo… se ha convertido en una cápsula del tiempo.
Día 151. 31 de enero de 2021
Cuadernos llenos de ejercicios. Evidencia de que siempre he sido medio disperso e incapaz de seguir instrucciones al pie de la letra. Mis caracoles terminaron siendo cosas extrañas a cada intento. Pero aprendía escribir mi nombre al rito de “Hugo (.), Paco (.), Luis (.) y Tío Donald (x)”. Ese Tío Donald siempre fue un espacio vacío. Pero es bello recordar esa época en la que la vida se medía en sellos; obviamente sólo elegí mostrar los búhos de “Excelente” y las abejitas de “Sí trabaja”, pero también junté bastantes de perico “Habla en clase” y de “No trajo tarea”, creo que ese era un zorro.
Día 152. 1 de febrero de 2021
Sin duda alguna no se me veían dotes de artista. Y pude haber extendido más trabajos, pero son delicados ya con tres décadas encima, así que preferí no maltratarlos. Pero esta breve colección me recordó muchas cosas y me ha inspirado a intentar algo nuevo, bastante ajeno a mí. De esas cosas que jamás me he sentido capaz de hacer.
Día 153. 2 de febrero de 2021
Lo malo de hablar casi diario por horas es que, cuando se acumulan los días sin hacerlo; un pesar inunda la oquedad en mi pecho. Pero justo cuando estoy a punto de claudicar y sucumbir ante la agonía; cuando por fin el egoísmo está por derrotarme… suena la campana…
Esta imagen intenta documentar uno de esos recuerdos discutidos en una de esas mágicas llamadas en las que se me cuestionó cuándo supe lo que quería hacer. En un periodo vacacional de invierno, mi madre me inscribió a un curso de computación. Programábamos con un cartucho de Frogger en un Atari 2600 conectado a un monitor monocromático, creo que hasta de bulbos era. Era diciembre de 1993, yo tenía 9 años, cuando supe que de grande quería trabajar con computadoras.
Día 154. 3 de febrero de 2021
Decidí seguir escarbando en el baúl de los recuerdos. Encontré bastantes fotografías que tomé durante la primaria y secundaria. En la preparatoria no tomé tantas y las que tomé son bastante cuestionables. Pero estas imágenes me recordaron que durante un tiempo fui un ser social. Hoy no hablo con ninguna de las personas que veo en esas imágenes (deliveradamente fuera de foco para no violentar la privacidad de nadie). Mi mejor amiga la conocí en la secundaria, nos hemos conocido por más de 24 años, dos terceras partes de nuestras vidas. Curiosamente, no tengo ninguna fotografía de ella de esa época, al menos, no una que yo haya tomado. Tiene más de un año que no nos vemos, pero nos escribimos con frecuencia, aunque sea de forma breve. Mis mejores amigos, mis hermanos, los conocí en la preparatoria. Extraño esa nostalgia de revelar un rollo… es momento de dejar de procrastinar.
P.S.: I love you