Sin duda alguna esta ha sido la semana en la que más fotografías he tomado, fueron días de muchas observaciones y experiencias sumamente emocionales. Sesiones fotográficas que se habían postergado finalmente se llevaron a cabo y, de algún modo, me han revitalizado en el momento que más lo necesitaba… aún así, mi neurosis me llevó a tener una noche difícil que desembocó en un instante especial.
Dia 92. 3 de diciembre de 2020
Podría pasar todas las noches mirando por el balcón. A pesar de estar parcialmente nublado pude tomar fotografías de la Luna. Ya no era Luna llena, pero siempre es maravilloso contemplarla. Los patrones de las nubes y sus sombras. Jamás me canso de observarla, puedo pasar horas mirando por el ocular. Fue una noche pacífica, al menos por un momento me sentí tranquilo, eso es lo que me fascina de contemplar el universo.
Día 93. 4 de diciembre de 2020
Uno de los grandes beneficios de levantarme temprano es que mientras leo y camino, me voy dando cuenta de los cambios durante el amanecer. Esa transición de la obscuridad, ver como poco a poco la sombra se va moviendo y dando paso a la luz. El cielo adquiere ese color azul tan profundo y después vienen los naranjas, rosas, violetas y, finalmente, el amarillo. Ese dorado magnífico para los retratos. Observo a Venus brillar en la obscuridad y poco a poco perderse en el cielo azul. Siempre me han gustado los cielos con nubes. Disfruto tanto cada detalle. El día apenas comienza, pero, aunque os extraño, me muerdo los dedos para no molestaros.
Día 94. 5 de diciembre de 2020
He dormido tan poco estos días que he pasado más tiempo mirando por el telescopio que acostado en la cama. Antes de poner el filtro UV que bloquea más del 95% de la luz solar, me gusta mirar el contraluz de los árboles, la textura de las nubes. Apreciar la belleza del claroscuro. Los contrastes de los árboles obscuros y las nubes claras. Me siento solo, me siento triste. Pero me espera un largo día, así que me seco las lágrimas y comienzo a trabajar.
Día 95. 6 de diciembre de 2020
Durante la última semana he estado observando el cielo nocturno. He fotografiado varias estrellas para una colección privada y, mientras lo hago; me gusta reflexionar en las implicaciones de hacerlo. Por ejemplo, Sirius A, la estrella más brillante en nuestro cielo nocturno, parte de la constelación Canis Major; se encuentra a unos 8.611 años luz de distancia, lo cual significa que cuando los fotones lograron escapar de la superficie de esa estrella, yo estaba por cumplir 28 años. ¿Qué estaba haciendo cuando esos fotones iniciaron su camino hacia la Tierra?
La imagen de hoy fue el objeto de cielo profundo más hermoso que he logrado capturar hasta ahora. La fotografía no hace honor a tanta belleza. M42, NGC 1976 o, coloquialmente conocida como La Nebulosa de Orión (la daga del cazador). Es la región de formación masiva de estrellas más cercana a la Tierra, se encuentra a unos 1344 +/- 20 años luz de distancia. Cuando la luz, que esta noche mis ojos (y el sensor de mi cámara) capturaron, salió de M42; Constantinopla era sitiada por el Imperio Bizantino.
Mirar a través del telescopio es mirar al pasado, bien decía Carl Sagan que los telescopios son máquinas del tiempo. Hoy logro percibir al menos cuatro estrellas formando un trapecio en el corazón de la nebulosa, pero probablemente ya haya nuevas estrellas ahí; estrellas que jamás conoceré. Pero hoy disfruto del asombro que siento al percibir ese tono verdoso en ese velo grisáceo que envuelve a esas estrellas. Mirar por el ocular de mi telescopio es contemplar a mis ancestros; es entender que no sólo vivo en este universo, que no sólo soy parte de este universo, sino que el universo vive en mí. ¿Qué tan solo puedo estar, si tengo al universo conmigo?
Día 96. 7 de diciembre de 2020
Me acosté a las 2300 hrs del día anterior, pero no pude dormir. La última vez que vi el reloj eran las 0043. Probablemente dormí un rato, pero desperté alrededor de las 0130. Después tuve un sueño en que os vi, os escuché… os sentí. Pero al final de éste descubrí que ya no tenía un lugar en vuestra vida y todos me miraban con desprecio. Desperté del sueño poco antes de las 0330. Me costó mucho volver a dormir, tengo la sensación de que ya no lo hice. Mis pensamientos parecían lúcidos, pero mi neurosis parece agravarse. Escucho vuestra voz en mi cabeza. Veo rostros aún con los ojos cerrados. A las 0445 me di por vencido y decidí levantarme. Estas noches han sido una verdadera tortura. Pero dentro de toda la obscuridad apareció un rayo de luz que trajo color de vuelta a mi existencia por un instante… un instante que duró poco más de cuatro horas.
Día 97. 8 de diciembre de 2020
El color se ha ido de nuevo y ese condenado síndrome de abstinencia me está matando, pero no debo claudicar en mi guerra contra mi egoísmo. Desesperado tomo la cámara en las últimas horas del día, intento pensar en algo que me distraiga, pero resulta imposible. De pronto recuerdo el descubrimiento que hace poco hice mientras regaba mis plantas. Mi romero tiene un inquilino. No tengo la menor idea de cómo llegó ahí, pero hoy decidí fotografiarlo. Procuraré no perderlo de vista. Uno nunca sabe lo que pueda suceder.
Día 98. 9 de diciembre de 2020
Hoy terminé el octavo libro del año. Este es un libro especial porque me lo regalaron hace un par de semanas como una especie de ventana a la mente de esa persona, de su manera de pensar y ejercer su profesión. Siempre he tenido una enorme admiración por tan especial persona. Sin duda alguna, soy muy afortunado de encontrar a alguien con la disposición de quererme mostrar su mente de una forma u otra.
Ceci est ma femme… he disfrutado mucho esta lectura, la neurología es algo que ignoro totalmente, pero que siempre me ha llamado mucho la atención. La forma en que relata los casos es lago muy humano. Puedo asociarlo a mí entendimiento del egoísmo y cómo es que antes me esforzaba por arrastrar a la gente a mi mundo. Sin embargo, hoy mi actitud es mucho más empática; ahora mi energía está dirigida en acercarme al mundo de los demás.
Rescato algo sumamente interesante que menciona en relación con los afásicos: “A nosotros, individuos normales… con la ayuda, indudable, de nuestro deseo de que nos engañaran, se nos engañaba genuina y plenamente (<>) … sólo los que tenían lesión cerebral permanecían inmunes, desengañados”.
A veces la cura resulta más dolorosa que la enfermedad. ¿Hasta qué punto intentamos forzar a los demás a nuestros propios sesgos y prejuicios? ¿No sería más compasivo y benéfico intentar comprender la perspectiva de la otra persona? Quizá experimenta el mundo de forma diferente, pero eso no lo hace menos valioso.
P.S.: I love you